LA SUSTENTABILIDAD SUPERFUERTE Y LA NATURALEZA
El desarrollo sustentable o sostenible se ha convertido en una palabra de muy amplia difusión. El triunfo del reclamo de una mirada «sostenible» se volvió un problema, en tanto esa palabra aparece en los sitios mas inesperados y no pocas veces en contextos contradictorios. Es oportuno preguntarse si diversos experimentos latinoamericanos corresponden o no al desarrollo sostenible, y si es así, a cuál de las variadas corrientes que están en juego. Un caso de especial relevancia es examinar la nueva Constitución de Ecuador para determinar cuál es el tipo de sustentabilidad que está allí encerrada.
El primer paso en ese ejercicio es advertir la importancia de evitar los extremos simplistas. Suponer que el «desarrollo sustentable» es la meta final, perfecta e infalible, de los programas ambientalistas, sería una equivocación. Rechazarlo, acusándolo de ser una idea que fue cooptada hasta que se volvió inservible, tampoco sirve. Ninguno de estos dos extremos tiene mucho sentido, ya que implicaría un análisis superficial.
En efecto, hay muchas versiones sobre la sustentabilidad, distintas definiciones, y hace mucho tiempo que ha dejado de ser un concepto singular. El desarrollo sostenible se ha convertido en una palabara «contenedor», como puede ser democracia o participación, y lo importante es determinar qué está detrás de ella. En varios artículos recientes he presentado una guía que diferencia tres corrientes en el desarrollo sustentable a partir de distintas maneras de concebir la Naturaleza, la economía, la ética ambiental, las políticas ambientales, etc. De esta manera se identifican tres corrientes: la sustentabilidad débil, la fuerte y la superfuerte. Cada una de ellas responde de distinta manera a las exigencias del desarrollo, y otorga distintos papeles a la Naturaleza, entre otras diferencias. Los interesados en esto pueden ver una reciente revisión en la revista de la red en economía solidaria, aquí…
Aclarada esta cuestión, se hace por demás interesante analizar algunos hechos recientes a la luz de estas tres maneras de entender la sustentabilidad. En un reciente ensayo tomo el caso de la reciente Constitución de Ecuador, y entre otras cosas analizo sus contenidos «verdes» para determinar si corresponde a la sustentabilidad débil, a la fuerte o la super-fuerte.
Mi conclusión es que varios de los componentes de la nueva Constitución, y en especial el reconocimiento de los derechos de la Naturaleza, hace que ese nuevo texto corresponda a la concepción super-fuerte. Esta postura implica cambios mucho más profundos que la sustentabilidad débil, y en especial por ir mucho más allá de la mera mercantilización de los recursos naturales. El texto es un capítulo en un libro colectivo que se publicó recientemente en Ecuador, compilado por G. Weber para el Centro de Investigaciones Ciudad, en Quito. El capítulo se puede descargar aquí…
La sustentabilidad super-fuerte además implica otra perspectiva en la gesrtión ambiental, por factores tales como el papel que le otorga a la ciencia y la tecnología, y su vocación necesariamente participativa. Esto la hace más política que tecnocrática. Claro que todo esto siempre dependerá de las prácticas concretas de los gobiernos y elencos políticos de turno.