PERIODISMO, MEDIOS Y EL DEBATE MEGAMINERO
En varios países he observado que los extractivismos desencadenan múltiples problemas para los medios de comunicación y los periodistas. Aparecen todo tipo de problemas para informar sobre proyectos mineros, petroleros o agroindustriales. Lo más común es que se oigan las voces gubernamentales y empresariales, mientras que la sociedad civil encuentra muchas trabas en radios, periódicos o televisoras. A veces eso se debe a la propia complejidad de los emprendimientos, en otros casos a los intereses políticos y económicos, y no faltan periodistas convencidos de las bondades del extractivismo, o que temen represalias. Esa problemática me motivó a preparar un breve artículo enfocado en Uruguay, y que se publicó en el semanario Voces. Se los comparto:
Es muy interesante observar cómo se ha manejado la prensa y los periodistas frente al creciente debate alrededor de la megaminería. Si bien Aratirí inicia sus actividades en 2007, y es bajo el gobierno Mujica, a partir de 2010, que el proyecto adquiere vuelo, parecería que sólo en los últimos meses la cuestión ha llegado a los titulares de los grandes diarios, los programas radiales más destacados, o la televisión. La forma y contenidos de muchas de esas informaciones merecen un comentario, desde el llano, simplemente como lector atento.
Inicialmente el debate frente a Aratirí era animado por pobladores locales y algunos grupos ciudadanos, ocupando un lugar marginal en la “gran” prensa. Es cierto que existieron informes tempraneros (tan sólo para nombrar algunos, están los artículos en el suplemento Qué Pasa de El País, o varios reportes en VOCES), pero podría decirse que el número de notas era acotado.
Con el paso del tiempo, bajo una resistencia ciudadana en aumento, el problema Aratirí logró mayor visibilidad. Un ejemplo claro de la efervescencia ciudadana fueron las marchas en defensa de la tierra, con varios miles de personas y columnas de jinetes a lo largo de 18 de Julio. A pesar de todo esto, para algunos reportes de la “gran” prensa lo llamativo no era que un gobierno de izquierda estuviera generando una resistencia ciudadana multisectorial, ni que cada marcha fuera mayor a la anterior, sino que su preocupación estaba en informar sobre el “caos” del tránsito en el centro capitalino. Eso dejaba en claro las resistencias y dificultades entre algunos medios y periodistas en abordar esta cuestión.
Vuelco político y opinólogos
Un vuelco sustancial parece haber ocurrido, primero, con el tramo final del tratamiento de la ley de megaminería en el parlamento, y después, con las declaraciones de políticos de peso sobre la minería. Bajo esas condiciones, la gran prensa comenzó a ocuparse cada vez más del problema Aratirí. Muchos reportes consistían, unos días, en repetir las defensas presidenciales, y otros días, en repasar las críticas de la oposición. Las voces ciudadanas seguían en segundo plano, y asomaban solamente de tanto en tanto.
Observando esta situación desde el llano, como lector, parecería que la “gran” prensa necesita que los debates se expresen en un terreno político partidario para poder colocarlos en las secciones principales de diarios y noticieros. La legitimación temática requeriría ese empuje político.
A su vez, al instalarse el tema, se abrieron las puertas para los opinólogos, analistas y comentaristas, quienes comenzaron a tratar la problemática de Aratirí. La mayor parte de ellos, hasta donde puede verse, ignoraron durante años esta cuestión, y pocos se hicieron eco de las demandas ciudadanas. Pero una vez que el debate entró en la arena político partidaria, se sumaron a la discusión.
Esta proliferación de discusiones tiene aspectos tanto positivos como negativos, al menos desde mi punto de vista. Por un lado, se debe dar la bienvenida a la multiplicación de voces sobre la problemática minera, ya que ella encierra enormes riesgos para el futuro nacional. Si bien lo mejor hubiera sido que un debate como el actual hubiese tenido lugar tiempo atrás, cuando comenzaba a discutirse la ley de megaminería del gobierno Mujica, al menos ahora se están ventilando las distintas posiciones.
Existe un cierto consenso en que la información disponible sobre todo el emprendimiento Aratirí tiene limitaciones, que es necesario disecarla y sopesarla, y que el gobierno, en lugar de mejorar esta situación, la vuelve todavía más confusa por sus contradicciones e imprecisiones. La prensa y los periodistas jugarían un papel de enorme importancia en este terreno. Sin embargo, a mi modo de ver, más allá de excepciones, eso no está ocurriendo. Estos son los aspectos negativos.
Contamos con prácticas de periodismo clásico, que pueden parecer simples pero tienen enorme valor, y que consisten en entrevistar a personas claves, y hurgar desde las preguntas en los detalles. Es lo que han hecho, por ejemplo, Miguel Nogueira, Gabriel Romano y su equipo en Poder Ciudadano, o más recientemente Daniel Castro. Se necesita todavía más de ese tipo de periodismo.
Pero hay otros espacios de opinión, comentarios y análisis, en lugar de aclarar la situación, ofrecer información, investigar o precisar, contribuyen todavía más a la confusión. Dejo de lado esa manía reciente donde unos medios copian a otros (una noticia adelantada en la web aparece al poco rato copiada en otro sitio en internet, de allí salta a una radio, y luego es tomada por un periodista de un diario para profundizarla, y su nota en el periódico del día siguiente es leída sin misericordia en los informativos de la mañana en muchas radios; a los que hacen eso, les digo que muchos lectores nos damos cuenta).
Me refiero, en cambio, a columnas que no analizan, o a secciones de opinión en las que encuentro enormes dificultades en identificar las bases argumentales de esas “opiniones”. Entre algunos de los ejemplos que más me impactaron en las últimas semanas están las columnas de “análisis” de Nelson Fernández en El Observador, que en realidad agrupa noticias pero no analiza, ya que todo se articula desde la premisa de la importancia y necesidad de Aratirí.
También fue muy llamativa una nota de “opinión” de Emiliano Tuala (La Diaria, 11 febrero 2014), donde se dice que se abordará cómo ha sido presentado y manejado el tema minero. Comparto en cierta medida el espíritu de la nota, pero me doy cuenta que la promesa del autor no se cumple, y el texto está repleto de señalamientos que no se corresponden con hechos concretos, que no están fundamentados en datos empíricos o que ignoran la historia reciente. Dice, por ejemplo, que hay un reduccionismo hacia los impactos ambientales, pero en realidad, los grupos ciudadanos desde un inicio han alertado sobre otros efectos, como la salud, producción e incluso fueron los primeros en señalar que las ecuaciones económicas del gobierno son infundadas. O alude a una “derecha” con un nuevo papel de ecologista, al parecer ignorando toda la historia reciente de los partidos políticos y la cuestión ambiental. La nota concluye con un reclamo por un debate público sobre el desarrollo, algo que no tiene nada de nuevo, sino que ha sido una demanda de la sociedad civil desde hace años.
Se pueden enumerar muchos otros casos. Por ejemplo, los que califican a los ambientalistas como fundamentalistas o radicales, cuando en realidad el ambientalismo uruguayo es de una mesura institucionalizada impactante. Las notas que auguran los enormes ingresos económicos de la minería, aunque nunca se sabe si sus autores han hecho las sumas y restas básicas. Los que caen en la tontería de afirmar que si usamos metales no podemos estar en contra de la megaminería, sin entender que Aratirí es para nutrir las necesidad de China y el consumo global, y no la de los metales consumidos en Uruguay. Los que citan al Che Guevara al defender la megaminería transnacionalizada (doy por sentado que no tengo que explicar la contradicción implícita en esos dichos a los lectores de VOCES). Y así sucesivamente.
Tertulianos y cómicos
Siguiendo la misma tendencia, en otros casos hay una tertulización, donde periodistas dejan de lado su rol como tales y se lo transfieren a ciudadanos, los que opinan en un espacio público sobre los más diversos temas. Colocan a Aratirí junto a otras cuestiones como la crisis europea, peleas internas en el FA o la salud pública. Como lector, esas prácticas no me aportan información adicional, ya que es evidente que son apenas reacciones individuales, como las que podría escucharse entre vecinos en un almacén, aunque me divierte cuando a algunos de sus animadores se les escapa que se basan en los materiales que les envió la producción del programa.
Sin duda se necesitan espacios plurales, pero lo mejor sería que los tertulianos fuesen, por ejemplo, geólogos, economistas, productores rurales, etc., interesados en el tema minero, habiendo preparado sus posiciones, y bajo una diversidad de perspectivas.
Finalmente, en otros casos, hay una banalización. Me refiero a espacios en medios donde cómicos con voz impostada toman el control sobre los periodistas. Casi no hay información porque predominan los segmentos para reírnos de nuestros propios errores, el fútbol del fin de semana, y otras tantas cosas, recreando una conmiseración autoinflingida. Siento que allí no hay mucho periodismo, más allá de las ideas que puedan derivarse de las ironías (finas o gruesas). Una vez más, como lector, me pregunto ¿qué aportan esas prácticas? ¿nos reiremos en un futuro cercano al cosechar los desastres que hoy estamos sembrando?
Se llega así a una situación donde, frente al caso Aratirí, y parecería que también ante otros temas urticantes, un observador atento de nuestro periodismo encuentra que la información dura, básica, rigurosa, tiene poco espacio y queda empantanada ante ese otro tipo de opinología. Parecería, por momentos, que predominan los programas o artículos donde se repiten slogans, frases hechas, y unas cuantas fantasías.
Es por esas razones que, al menos en mi caso, siento que sigue faltando mucha información. Como lector interesado estoy necesitado de un periodismo que escarbe en varios temas pendientes. Me gustaría que preguntaran, por ejemplo, las razones por las cuales el presidente enarbola cifras económicas distintas a su ministro de industria, dónde están y qué dicen las evaluaciones costo beneficios de la megaminería realizadas independientemente por el gobierno, cuál es la posición institucional del Partido Socialista frente a Aratirí, o si existe en realidad un plan de cierre de las minas.
Observando lo que sucede en los países vecinos donde hay minería de gran porte, buena parte de la prensa le esquiva el bulto porque afectan intereses económicos enormes. Lo que hace es no tomar la delantera, y por ejemplo, esperan a que estalle un debate entre políticos, limitándose a repetir lo que dice cada uno. En esos países se han formado grupos de periodistas que hacen investigaciones independientes, las que se difunden inicialmente desde medios alternativos. Los ejemplos son el Centro de Investigación Periodística (CIPER) en Chile o IDL en Perú, quienes han divulgado muchas informaciones sobre malos manejos e impactos de la minería.
Periodismo subterráneo
Es muy pertinente preguntarse cómo es posible que en Uruguay, bajo todos estos claroscuros, la gente de todas maneras se esté informando sobre la megaminería. ¿Por qué hay cada vez más personas en contra a pesar del claro desbalance de las prédicas a favor de Aratirí?
Al menos desde mi perspectiva, lo que observo son distintos grupos que acceden a otros circuitos de información basadas en sitios de internet y en las redes sociales. Podría decirse que se “saltean” los medios tradicionales, como los diarios, radios o televisión. Tengo muy presente que hace más de un año atrás, un productor rural de la zona de Valentines me dejó perplejo por su manejo de los efectos y situación de la minería en países vecinos. Ese tipo de información no aparecía en los medios uruguayos, y entonces le pregunté cómo se había enterado de esos detalles. Me respondió que seguía el tema en internet. Cuando se conoce lo que sucede con la megaminería en otros países, dados sus enormes y diversificados impactos, casi nadie estaría dispuesto a repetirla en Uruguay.
La información sobre Aratirí fluye en las redes y en sitios de internet cada vez con más intensidad. La prensa tradicional pierde su protagonismo ante estas otras fuentes de información y espacios de debate. A su vez, en esas plataformas la información es apropiada, en el sentido de ser comentada, complementada y corregida por distintas personas, y los resultados son también compartidos.
Un buen ejemplo ocurrió semanas atrás con el informe del FMI donde se sostenía que el proyecto Aratirí sería un gran negocio para el país. Muchos medios tradicionales repetían esa información, pero sus analistas económicos no revisaron los números calculados en Washington ni los comentaristas políticos discutieron las implicancias que tiene para un gobierno de izquierda apoyarse en un reporte del FMI. En cambio, en las redes sociales se sumaron distintos profesionales que cotejaron los datos y las cuentas del FMI, identificaron al autor del informe, compararon sus resultados con las propias proyecciones de la empresa, se discutieron las implicancias políticas, y mucho más. Quedó en claro que el análisis del FMI era más optimista que la propia empresa, que se basaba en una cotización internacional muy alta del hierro, y otros tantos problemas. Más allá de esas reacciones, mi punto es que hay lectores que también ensayan un periodismo de investigación o de análisis. Los análisis detallados que se esperaban desde los grandes medios, en realidad ocurrieron en las redes sociales. Ese esfuerzo, no sólo brinda información pública, sino que además fortalece la participación.
Esto desemboca en una situación rara para Uruguay, aunque conocida en otros países: muchos medios y periodistas convencionales están dejando de ser los “líderes” o “formadores” de opinión en vastos sectores de la población. Esas resistencias y dificultades en hincarle el diente a temas complejos, como una megainversión minera, desemboca en que mucha gente ahora se nutra desde otras plataformas, con otras aperturas y diversidades. Si los medios convencionales siguen enquistados en esas viejas prácticas, socavan sus propias audiencias, las que migrarán hacia esas otras plataformas.
Publicado en el semanario Voces, 27 febrero 2014, págs. 14 y 15.
El periodismo en general, tiene el mismo problema: debe mantener la línea de posición del patrón, o sigue la línea fácil de repetir lo que otros periodistas, o simplemente no «molestar» al establecimiento. Y es donde, usted acertadamente, lo anota: la importancia de la intercomunicación entre redes sociales.
Pero aparte de este tema, es lamentable lo que nos está ocurriendo en A.L., incluyendo con estos gobiernos gobierno progresistas.