URUGUAY: DISCUSIONES ENTRETENIDAS SIN DEBATES SUSTANTIVOS

URUGUAY: DISCUSIONES ENTRETENIDAS SIN DEBATES SUSTANTIVOS
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En los últimos meses parecería que se agravó un viejo problema del Uruguay: se discute mucho sobre temas que no siempre reflejan cuestiones esenciales, sino que nos distraen de ellas, impidiendo que las atendamos en profundidad. A nivel nacional, axisten momentos donde los dichos y réplicas circunstanciales cobran una visibilidad tan intensa que impide ver otras cuestiones de fondo, a pesar que muchas de ellas son sustanciales. Comparto con ustedes unas reflexiones repasando algunos ejemplos recientes de la realidad uruguaya (basadas en una nota publicada en el semanario Voces).
Comencemos portn_ProtestaAratiri recientes dichos del presidente Mujica desde su audición radial. Cargó una vez más contra quienes se oponen a varios megaproyectos, calificándolos como expresiones del “no, no y no”, donde mucha gente diría “brutales bolazos” reñidos con saberes objetivos. Como ejemplo defendió al proyecto de megaminería Aratirí porque consumiría menos agua que otras actividades.

Si el presidente hiciera caso a su propio consejo sabría que uno de los principales efectos de Aratirí serán los cráteres y canteras que dejará, una cuestión clave que obvió. La evidencia sobre la gravedad de esas canteras es abrumadora; las incertezas sobre cómo raparar ecosistemas así dañados son muy altas, y los costos serán enormes. Aunque es frente a ese tipo de problemas donde son necesarios los aportes científicos, son sistemáticamente desatendidos por el presidente.

No importan las razones de esa postura; puede ser que entienda la gravedad de la minería pero desea minimizarla ante la opinión pública, o que en realidad no la comprenda, o cualquier otra causa. No podemos ser detectives para averiguar las verdaderas razones, y más allá de ellas, lo que importa son sus fundamentaciones públicas y sus decisiones. Asimismo, ese tipo de discursos no están restringidos al presidente, sino que a su alrededor se suman consultores, asesores, funcionarios, amigos y compañeros, donde hay unos cuantos que “dan letra” con argumentos inverosímiles para respaldar decisiones, o regresan dando consejos después de “echar un vistazo a ver qué pasa” con tal o cual tecnología en otro país. Es todo ese conjunto de actores, hay una peculiar forma de gestionar, se toman decisiones que son puestas en práctica con los inciertos resultados que todos vemos en los últimos tiempos, y además, varias veces, se las defienden con argumentos desconcertantes.

Buena parte de la población se entretiene a discutir sobre esos argumentos. Entretanto, las empresas involucradas en esos proyectos, seguramente están complacidas en escuchar un debate que se va por recovecos irrelevantes, y deja escondida la esencia de las cuestiones. Disfrutan todavía más no tener que salir ellos a dar explicaciones públicas, ya que los defiende la mismísima presidencia.

Segundo ejemplo: en las últimas semanas he escuchado al senador Alberto Couriel (de la coalición Frente Amplio), defender la nueva ley de megaminería porque se le cobrarán a las futuras empresas un impuesto, que a su juicio es importante, y que ello arrojaría dineros que Uruguay podría usar en promover su desarrollo. Pero si uno lee esa ley con cuidado, las cosas son más complicadas. Es cierto que por un lado hay unos impuestos y regalías (unos interesantes, como un adicional al IRAE), pero por otro lado hay exoneraciones (por ejemplo de costos previos en prospección y evaluación ambiental, o que un impuesto puede imputarse a otro).

Por lo tanto, esa ley dejó las puertas abiertas a que las empresas usen sus conocidas tácticas para buscar reducir sus aportes. Si pensamos en Uruguay, con las experiencias conocidas hasta ahora, ¿usted qué cree que pasará? ¿El Estado logrará controlar a las transnacionales, o esas empresas hallarán las vías para reducir sus pagos? Aquí también, los actores empresariales interesados en la megaminería navegan tranquilamente frente a los dichos de las fuertes cargas impositivas, ya que seguramente tendrán a varios economistas examinando todos los resquicios posibles.

El último ejemplo se encuentra en VOCES de la pasada semana, donde Hebert Gatto repite en parte el texto de una nota anterior en el diario El País (21 octubre), cuestionando a los ambientalistas. Semanas atrás respondí a varios de esos dichos (en VOCES, 24 octubre), señalando que buena parte de ellos no corresponden al ambientalismo (y en otra nota exploro eso con más detalle). Como resultado, Gatto vuelve a repetir una crítica que a mi modo de ver, no tiene mucho que ver ni con lo que propone el ambientalismo ni con la situación uruguaya, pero es efectiva en erosionar la imagen política de ese movimiento. Ese efecto posiblemente tranquilice a distintos actores que ven como se repiten las críticas ciudadanas a diversos megaproyectos.

Estos tres ejemplos, que provienen de personas y entornos distintos, ilustran una rara situación nacional, donde siguen su marcha intercambios y debates que a veces podrán ser interesantes, pero que en muchos casos se alejan del país real. Una presidencia que reclama que se “dejen de decir bolazos”, pero que invoca argumentos a veces extraños o bizarros para sus decisiones, legisladores que defienden un esquema tributario como potente sin advertir que abrieron las puertas a las exoneraciones, o señalamientos intelectuales sobre movimientos sociales desconectadas de sus principales ideas y prácticas. Son discusiones que siguen su marcha, y muchos creen que allí está el Uruguay real.

En cambio, a mi modo de ver, también hay otro país, bajo otros contextos y dinámicas, y que no siempre recibe la atención que merece. Allí están los empresarios que festejan que ellos le escribieron normas al presidente, corporaciones que esperan tener su contrato de inversión confidencial o que saben que les devolverán parte de sus inversiones. Estos actores, esos grupos, están encantados con que mucha gente siga entretenida con las ingeniosas declaraciones porque eso no les afecta. Es necesario un cambio sustancial. Es sobre estas otras cuestiones que deberían enfocarse nuestros pensamientos y debates.

Publicado originalmente en el semanario Voces, 7 noviembre 2013.

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