AQUEL CARPINCHO QUE MATARON DECADAS ATRAS

AQUEL CARPINCHO QUE MATARON DECADAS ATRAS
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En esta semana, el que hoy es padre lleva a su hijo a acampar, y recuerda como hace veinte años atrás, cuando él era niño, su padre mató un carpincho para enseñarle a cazar. Lo que aprendió es que no volvería a ser cazador y eso es lo que hoy le enseña a su hijo.

Esta semana de turismo, santa, ciclista y de la cerveza, es también la semana de los cazadores. Inundan cada rincón del país con todo tipo de armas, desde las más simples como pueden ser hondas y chumberas, hasta los rifles más sofisticados. Su objetivo es liquidar cuanto bicho camine en los montes o cuanta ave se asome por encima del suelo.

No es raro que esta semana sea usada por muchos padres en la iniciación de sus hijos como cazadores, claro que aficionados pero igualmente letales. En esta historia que me contaron, el que hoy es un padre de un niño, recordaba que hace unos veinte años atrás él era el niño, y su padre lo llevó a acampar. Era un ritual entre varones. En aquella ocasión le mostró la escopeta, le enseño a usarla, y disparó con mucha emoción sus primeros tiros. Su padre, orgulloso, lo llevó al monte, estuvieron horas esperando, y cuando un carpincho se asomó en la playita del río, lo mataron.

El padre alegre mostraba la pieza de la cacería como un gran triunfo. Pero para quien en ese tiempo era un niño, lo que entendía era que habían matado a una carpincha, una hembra. El relator de la historia me cuenta que desde ese momento, poco a poco, comenzó a indignarse con el resultado de esas cacerías, creció el rechazo a matar, y concluyó que no cazaría nunca más.

No puedo evitar hacer un paréntesis en este momento del relato. Es que los carpinchos son una de las más buscadas presas de los cazadores en esta semana, pero a la vez son una de las grandes especies de mamíferos que sobreviven como pueden en nuestro país. Son los roedores más grandes del planeta y viven unos 10 años. Las hembras paren en cada ocasión unas 4 crías, y es aceptable asumir que lo hará por lo menos en 4 ocasiones en su vida activa.

Cuando hace veinte años atrás, aquel cazador mató a la carpincha, se rompió el ciclo de la vida ya que nunca nacerían nuevas crías. Haciendo unas cuentas aproximadas, supongamos que el asesinato de aquella hembra implicó que se perdieran otros dos embarazos, lo que representa ocho crías. Supongamos además que de ese total, 4 de ellas podrían sobrevivir y que a su vez, se estarían reproduciendo dos años después, dejando por lo menos otras 64 crías, y estos al poco tiempo resultarían en mil carpinchos más. Asumamos además que la mitad serán machos y que la otra mitad serán hembras. Y revisando la información disponible para otros países se encuentra que los carpinchos tienen una muy alta tasa de reproducción comparado con otros mamíferos (después de todo son roedores), aunque también una muy alta mortalidad en los primeros meses.

Con todo eso se pueden hacer algunos cálculos, y por cierto hay varias maneras de hacerlo, y por ello los resultados son distintos. Pero a los efectos de este paréntesis, se podría decir que aquella carpincha matada hace veinte años atrás, si hubiera seguido viva hubiera significado que habrían existido unos 36 mil carpinchos. En ese número están sus hijas e hijos, nietos, bisneitos y tataranietos, y así sucesivamente a lo largo de dos décadas.

Ese es el punto clave: matar un carpincho en esta semana significa que no nacerán otros carpinchos. La cacería no es matar “un” animal. Siempre se genera un efecto cascada donde tampoco habrán nietos ni ninguna otra descendencia. El impacto en la trama de la vida en la naturaleza es dramático.

Cerrando ese paréntesis para volver a la historia, aquel ritual de iniciación del varón cazador que tuvo lugar hace veinte años atrás, no funcionó. O si funcionó, el resultado fue inverso al esperado: decidió que no volvería a matar. El que hoy es padre, lleva a su hijo por primera vez a acampar, pero para enseñarle a su hijo a entender y disfrutar de la fauna y la flora del país. Sin asesinar.

Notas:

El carpincho, también conocido como capibara o chiguire, es un roedor sudamericano que aprovecha ambientes con agua, tales como montes sobre ríos o arroyos, bañados o esteros. Tiene una enorme área de distribución que va desde Venezuela en el norte a Uruguay y Argentina en el sur. Es herbívoro, puede pesar más de 50 kgs y medir más de un metro.
Mas informaciones: Capybara. Biology, use and conservation of an exceptional Neotropical species. Editado por J.R. Moreira y colab., Springer, 2013 (en inglés).

El relato en esta nota no refleja una historia personal.

Fotografía de una madre carpincho con dos crías (tomado de Rainforest Alliance).

Publicado originalmente en la columna en Montevideo Portal en abril 2019.

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