MI AMIGO, EL MINISTRO DEL AMBIENTE
Pocos días atrás, el presidente de Paraguay designó a un ambientalista como secretario del ambiente. El nombramiento de militantes ambientales para cargos gubernamentales de responsabilidad tiene varios antecedentes en América Latina, y vale la pena repasarlos.
Oscar Rivas es uno de los directivos de «Sobrevivencia», una organización ambientalista, asociada a la red internacional Amigos de la Tierra, fue designado Secretario del Ambiente. Estará a cargo de la (Seam, la agencia ambiental de mayor importancia en Paraguay. Mientras que los medios de prensa en Asunción alertaban que Rivas es un ambientalista radical, que se opone a las represas y los transgénicos, varias ONGs celebraban el nombramiento. No faltaron, sin embargo, los que ya adelantaron que otros ambientalistas devenidos ministros, terminaron mal.
La idea de lograr que un conocido ambientalista ocupe un ministerio del ambiente no es nueva. Uno de los casos más tempranos y recordados tuvo lugar en Brasil, con José Lutzenberger (1926–2002). Militante de enorme prestigio e influencia en su país, Lutzenberger fue el fundador en 1971, de AGAPAN, una ONG pionera en temas ambientales, actuando en pleno gobierno militar. En 1990 fue designado ministro del ambiente en el gobierno de Fernando Collor de Mello: un presidente reaccionario consiguió que un ambientalista radical ocupara la cartera. Lutzenberger logró algunas medidas concretas, incluyendo reservas ambientales en tierras indígenas, pero renunció en 1992 bajo fuertes críticas empresariales, presiones desde otras agencias del gobierno y acusaciones de internacionalizar la Amazonia.
Este y otros casos de «ministros ambientalistas» pueden ser explicados por variados factores. En unos fue evidente la necesidad de conseguir legitimación política para el gobierno. Un ambientalista conocido es un aporte importante en generar adhesiones y legitimación. Pero también es cierto que su propia presencia se convierte en un intermediario y amortiguador de las demandas ciudadanas. Muchas ONGs lo reconocen como un compañero, y están dispuestos a darle un tiempo de espera, reduciendo sus reclamos («el ministro es nuestro amigo; hay que darle un tiempo…»). Incluso, esos nombramientos desembocan en que muchas personas claves de las ONGs pasan a trabajar al gobierno.
Cuando el «ambientalista» se convierte en «ministro» hay todo tipos de reacciones: algunos celebran el nombramiento y lo ven como un posible apalancamiento para defender la temática ecológica; otros lo consideran una traición a la sociedad civil; algunos reclaman la necesidad de ese paso, para dejar de ser meros «críticos» y pasar a ser «gestores»; y así se suceden las explicaciones y las reacciones.
No han sido raros los casos donde la gestión terminó siendo pobre, muy parecida a las de los antecesores no ambientalistas, y a veces peor. El «ambientalista ministro» comienza a recibir muchos ataques, y su imagen se deteriora sustancialmente. Algunas personas no lograron retornar al mundo de las ONGs ambientalistas, e incluso terminaron por abandonar la temática ambiental.
Entre los casos más recientes de «ambientalistas ministros» muchos recordarán a Romina Picolotti, integrante de la organización no gubernamental CEDHA. Esta abogada fue designada Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Argentina, en julio de 2006, bajo la presidencia de Néstor Kirchner. Su nombramiento fue recibido con beneplácito por muchos grupos, y durante su gestión la Secretaría fue cambiada de ubicación en la estructura ministerial para pasar a depender directamente de la Jefatura de Gabinete, recibió un incremento sustancial en el presupuesto, y debió enfrentar varias tareas pendientes.
Pero muchas organizaciones ciudadanas comenzaron a cambiar, poco a poco, su evaluación de la gestión, y asomaron las críticas. Se cuestionó, por ejemplo, lo que se consideraba como acciones insuficientes para resolver los problemas de contaminación en el curso de agua El Riachuelo, que cruza Buenos Aires, envolviendo incluso un fallo de la Suprema Corte de Justicia. Mas recientemente, comenzó a ser cuestionada por la prensa, incluyendo denuncias por la contratación de familiares y mal uso de los fondos públicos, todo lo cual terminó en una investigación de la justicia. La «ministro ambientalista» debió renunciar en diciembre de 2008.
En cambio, al colombiano Juan Mayr le fue mejor. Sus actividades se iniciaron como fotógrafo, y luego se convirtió en un conocido militante ambientalista, obsesionado con la protección de la Sierra de Santa Marta. A partir de esa prédica fue conocido en todo el país y a nivel internacional, hasta ser vicepresidente de la Unión Mundial para la Naturaleza (IUCN), entre 1993-96. Poco después, en 1998 asume como Ministro del Ambiente de Colombia, bajo la presidencia de Andrés Pastrana. En esos años recibió varios premios internacionales, empujó con esfuerzo las negociaciones sobre diversidad biológica, aunque también enfrentó varias polémicas domésticas, incluso algunas referidas a las cuestiones indígenas. Una vez fuera del ministerio sus principales tareas están como militante social en organizaciones internacionales y agencias de las Naciones Unidas.
Un camino parecido fue seguido por la ecuatoriana Yolanda Kakabadse. De formación psicóloga, en 1979 se convirtió en Directora de la Fundación Natura en Quito, profesionalizando la organización. De allí se mudó a Ginebra, para trabajar en el equipo de la cumbre de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo 1992, donde estuvo encargada de la unidad que manejaba la participación de la sociedad civil (1990-1992). A su regreso a Ecuador, amplió sus áreas de trabajo, y en 1998 fue nombrada Ministro del Ambiente del Ecuador, bajo el gobierno de Jamil Mahuad.
Kakabadse se quedó en ese puesto hasta el año 2000, en el medio de un caos político muy severo. Recordemos que el gobierno de Mahuad prácticamente llevó a la quiebra a Ecuador, desapareció su moneda y se dolarizó, y se desencadenaron protestas sociales que terminaron con su derrocamiento.
Para terminar con el repaso, es necesario recordar a la chilena Adriana Hoffman. Esta «compañera ambientalista» defendió varias cuestiones ambientales, y lo hizo hasta las últimas consecuencias: el presidente Ricardo Lagos le terminó pidiendo la renuncia. Hoffman fue nombrada en 2000, como directora de la agencia ambiental chilena, CONAMA (Comisión del Medio Ambiente), por decisión del presidente Lagos, y como demostración de su compromiso ambiental. Esa elección fue impactante, ya que Hoffman era una férrea defensora ambiental, militando en la organización «Defensores del Boques» desde 1992. Pero desde el primer día en ese cargo despertó una fuerte oposición de sectores empresariales. En noviembre de 2001, cansada de los problemas y las presiones, sin declinar sus posturas, Hoffman renunció y se fue para su casa.
El caso de Hoffman, y el de otros «ambientalistas ministros» deja en claro otro flanco: casi ninguno de ellos es político, ni cuentan con una tradición de trabajo dentro de un partido político. No pueden invocar una base electoral para defender sus posiciones, ni los partidos políticos los reconocen como parte de su estructura, y por lo tanto no se sienten obligados con ellos. En casi todos los casos han accedido a esos puestos por decisiones aisladas y solitarias de los presidentes, con un ojo puesto en especial en su legitimación. Allí está su fortaleza, pero también su debilidad, ya que desde los demás ministerios los miran con desconfianza, y en los congresos no encuentran muchos aliados. Sus principales defensores podrían ser las ONGs ambientalistas de las cuales provienen, pero ellas ya tienen sus demandas, y están allí para exigirlas.
Los comentarios y aportes, que son bienvenidos, se realizan en la web.
Este es un excelente tema de discusión profe Gudynas al cual aporto dos elementos el primero aduce a los visión de Sartori según el cual la noción de libertad y deliberación en las decisiones políticas como tal no existe, por el contrario, se adapta el sistema que mas beneficia a los intereses de quienes más poder de decisión tienen en este caso a las mayorías que dominan el espacio de lo público, razón por la cual en muchos casos estos ambientalistas que incursionan en la arena política ingresan con muchas expectativas (ellos y sus grupos de interés) pero terminan decepcionados y decepcionando a sus organizaciones las cuales no ven otro camino que la penalización de él o la osada. La segunda relacionada con la primera tiene que ver con el complejo camino para incidir en la agenda pública y generar cambios institucionales, proceso lento y desgastante sobre todo cuando son otros los que manipulan dichas agendas razón por la cual muchos ministros de cohorte ambientalista y sin preparación política terminan por desistir. No es que sean incompetentes o que se hayan alienado al proceder del gobierno simplemente que sus posibilidades de generar cambios significativos se alejan en la medida que existen otros actores y grupos de interés con más poder que ellos.
Profe una petición, podría Ud presentar para proximas actualizaciones un artículo relacionado con los desastres, medio ambiente y desarrollo, es un tema de gran interes para mi. Muchas gracias
En Perú, nuestro ministro del Medio Ambiente es Antonio Bragg, que se ha alineado con el gobierno de turno y su estilo de escopeta de dos cañones, ya que cuando pertenecia a la sociedad civil insistia mucho en decir que la explotacion minera en la sierra de la Región Piura (Proyecto Majaz) contaminaria las aguas de los afluentes a los rios de la costa, sin embargo hoy argumenta muy bien que si es viable dicho proyecto ya que esta asegurada la No contaminación.
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