EL PBI REGRESA AL TRONO DEL DESARROLLO

EL PBI REGRESA AL TRONO DEL DESARROLLO
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Años atrás, los países del sur, y buena parte de las izquierdas, criticaron la utilidad del PIB como indicador, o como representación de la esencia del desarrollo. Un reciente caso en Bolivia muestra cómo se lo intenta rescatar desde un gobierno progresista. En este país, un decreto para un aguinaldo extraordinario ata al crecimiento económico y el PBI con el Vivir Bien. Esta asociación sólo es posible si se despoja todavía más al Vivir Bien de sus críticas radicales al desarrollo. Es un ejemplo de lo profundamente arraigadas que están estas ideas. Les comparto el análisis publicado en el suplento Ideas del diario Página Siete (La Paz, Bolivia).
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La medida de un aguinaldo extraordinario que se ha lanzado en Bolivia fue acaloradamente discutida en ese país. A pesar de todos esos aportes, considero oportuno comentar sobre un aspecto que me parece ha pasado desapercibido. No me enfocaré en la medida, sino en las bases conceptuales del «Esfuerzo por Bolivia” (nombre por el cual se presentó el decreto del aguinaldo adicional).

Según esta medida presidencial, se premiará con un aguinaldo adicional como reconocimiento al papel de los trabajadores e incentivo para su eficiencia, toda vez que el crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) supere 4,5 %. Esto sería parte de la orientación de mejorar la calidad de vida y el Vivir Bien, agrega el decreto.

Esta base conceptual es muy sorprendente, al menos por tres motivos. No es una medida neoliberal, pero vuelve a poner en primer plano el crecimiento económico y el PBI, asociándolo directamente a la calidad de vida y el Vivir Bien. Este giro economicista no proviene de la derecha, sino de un gobierno progresista. Finalmente, se aleja un poco más de las ideas originales del Vivir Bien.

Crecimiento y PIB

La defensa del crecimiento económico como elemento central y motor del desarrollo se consolidó en los países del norte desde mediados de la década de 1940. Su indicador privilegiado era el «producto interno bruto” (PIB). Bajo el PIB se agregan muchas variables, expresadas en dinero, y se supone que expresa el estado de una economía nacional. La obsesión con el crecimiento económico está íntimamente asociada al PIB: si ese número aumentaba, se entendía que el país avanzaba. Allí nacieron las metáforas de que si el crecimiento era suficientemente alto se derramarían efectos hacia los sectores más pobres. Si el PIB se estancaba, era preocupante, si se contraía, era alarmante.

Esas ideas convencionales del desarrollo siguieron avanzando, y sumaron como indicador al PIB per cápita, dividiendo todo el conjunto de valores económicos entre el número de habitantes. Lograron imponer ese bizarro cociente como una evaluación del bienestar social de las personas, e incluso de la calidad de vida. El paquete conformado por el desarrollo como crecimiento, el PIB y el PIB per cápita, es parte del núcleo central del capitalismo de mediados del siglo XX, que se expandió a todo el planeta gracias al Banco Mundial, las empresas, la academia convencional y sus seguidores locales.

El PIB encierra todo tipo de simplificaciones, tales como ignorar todo lo que no sea valorado económicamente, desconocer las condiciones sociales o ambientales, o mezclar la panadería de barrio con una transnacional. Su contabilidad es torcida, ya que, por ejemplo, si hay muchos enfermos y se gasta más dinero en medicinas y médicos, entonces el PIB aumentará.

Dadas todas estas limitaciones no puede sorprender que llovieran las críticas. Éstas se profundizaron en la década de 1960, partiendo sobre todo de los países del sur, y de varios intelectuales de izquierda. Desarrollo y crecimiento no son sinónimos, se repetía desde América Latina, África y Asia, llegándose incluso a postular que se aboliera el uso del PIB.

Esto explica la actual paradoja: la base conceptual de la medida gubernamental boliviana vuelve a poner en el trono de los indicadores al PIB, y refuerza la idea del crecimiento como desarrollo. Es cierto que la medida no es neoliberal, pero es también un regreso a las ideas que en 1950 y 1960 defendía la economía convencional y los mitos del desarrollo del norte. Hay pocos conceptos tan íntimamente ligados a la esencial del capitalismo contemporáneo como PIB, y sorprende que ahora se lo rescate desde el sur. Y más sorprende que esto parta del progresismo.

Cuando se señalan estas contradicciones, no es raro que los defensores de esas medidas esquivan la argumentación y pasan a denunciar que son análisis conservadores. O peor aún, agitan las manos diciendo que esto pone en peligro el cobro sea de aguinaldo o bonos, o que se entorpece la lucha contra la pobreza. Es evidente que esas reacciones no ofrecen argumentos sólidos, sino que tienen sobre todo fines publicitarios. Al menos en mi caso, me gusta mucho la idea de distribuir el dinero primero entre los trabajadores antes que dejarlo en unos pocos bolsillos. Pero también entiendo que una izquierda renovada debe apelar a medidas económicas que ataquen el fondo de la justicia, y no seguir encerradas en algo que es demasiado parecido al bono de fin de año con el que las corporaciones premian a sus empleados.

Una izquierda renovada en lugar de reforzar la pareja crecimiento económico – PIB, debería atender otros indicadores que tomen en cuenta las dimensiones sociales y ambientales. Al menos podría apelar al más simple y conocido de ellos, el índice de desarrollo humano (IDH). ¿No tendría más sentido un pago adicional cuando se suba en la escala del desarrollo humano antes que en la del PBI? Por lo tanto no estoy contra la medida, sino que estoy analizando sus bases conceptuales. Es que una izquierda renovada podría implantar medidas como éstas, pero seguiría otros razonamientos y sensibilidades que sirviera para trascender el capitalismo, en lugar de reforzarlo.

Un Vivir Bien más economizado

Se llega así a la tercera paradoja. El decreto presidencial ata el crecimiento económico y el PIB al Vivir Bien. Esto sólo es posible si se despoja todavía más al Vivir Bien de sus críticas radicales al desarrollo, para generar variedades que sean funcionales al crecimiento económico. Se repite aquí la tendencia reciente de reformatear al Vivir Bien, alejándolo de sus sentidos originales, post-materiales y trascendentes al desarrollismo.

Estas medidas no construyen economías alternativas, sino que hace que se busque con ansiedad crecer todavía más, para poder repetir el premio en años siguientes. El camino más sencillo se profundizar el extractivismo, lo que también está en contra del Vivir Bien por sus impactos sociales y ambientales.

En sentido estricto, festejar el alza PBI es casi una contradicción esencial con el Vivir Bien original, y genera condiciones que lo acotan aún más. Es que tanto en esta paradoja, como en las otras dos señaladas arriba, si bien la medida puede ser progresista, si sus bases conceptuales son conservadoras, a la larga terminan tiñéndolo todo.

Basado en un artículo publicado en Ideas, Página Siete, La Paz (Bolivia), el 8 diciembre 2013 – aquí…

2 Respuestas a EL PBI REGRESA AL TRONO DEL DESARROLLO

  1. vladimir velázquez moreira 30/12/2013 a 07:56

    Muy buen artículo ! creo que se pone en evidencia, además de la contradicción, la necesidad de construir marcos conceptuales y metodológicos propios por parte de los actores progresistas. En caso contrario, el riesgo de la refuncionalización es altísimo. Felicitaciones, desde Asunción, Paraguay

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  2. nidia 02/02/2014 a 17:45

    Totalmente de acuerdo, premiar el aumento del PBI, no es sino una contradicción con los conceptos del samak kusay, ahora si hablamos de buen vivir del sistema mundo es otra cosa. Pero Evo Morles ¿En cual piensa cuado ofrece el premio?

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