HIDROELECTRICA DE BELO MONTE: UN EJEMPLO A EVITAR

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El reciente permiso para las primeras obras de una gran represa en la Amazonía de Brasil, no sólo ha recrudecido las polémicas en ese país, sino que tiene consecuencias internacionales importantes, particularmente para las naciones andinas. Es un ejemplo que no se debería imitar.

La represa de Belo Monte se construirá en el Río Xingú, un tributario del Amazonas. Su lago inundará 700 km2, con enormes impactos sociales, tanto en comunidades rurales como pueblos indígenas, y severos efectos ambientales. A pesar que desde hace años, la ciudadanía se opone a esa obra faraónica, el gobierno federal brasileño y un grupo de empresas lograron su primer permiso para iniciar las obras (más…).

Será la tercera represa más grande del mundo, después de Tres Gargantas en China, y la brasileño paraguaya Itaipú. Se dice que su potencia alcanzará 11 200 MW, pero será una de las hidroeléctricas mas ineficientes del planeta, ya que no tendrá agua suficiente para operar entre Julio y Octubre (cuando generará solamente el 10% de su potencia). Por lo tanto requerirá obras adicionales, como embalses y un canal aún más grande que el de Panamá (más información, ver…).

Es una obra muy cara: costará más de 11 mil millones de dólares, y buena parte de esos fondos terminarán en las empresas constructoras (también brasileñas). Su finalidad también alarma: brindar energía para la minería y el procesamiento de aluminio, lo cual desembocará en más impactos ambientales y sociales vinclados a esos emprendimientos.

En agosto de 2010, Lula da Silva concretó la iniciativa en el crepúsculo de su mandato, y su sucesora Dilma Rousseff, reforzó la presión al iniciarse el 2011. Como el Instituto Brasileño del Ambiente y los Recursos Naturales (IBAMA) se resistía a firmar los permisos, obligaron a renunciar a su presidente (más…). Salvado ese escollo, ahora se obtiene la primera habilitación.

¿Cuál es la importancia internacional de estos hechos? Es el “efecto ejemplo” que pueda difundirse en América del Sur. En tanto el gobierno de Brasil es bendecido como una gestión que a imitar, siempre se corre el riesgo que los países vecinos sigan los pasos de forzar la construcción de una represa a pesar de sus impactos sociales y ambientales, y su dudosa efectividad energética y viabilidad económica. Puede ser un buen negocio para las empresas constructoras, pero como fuente de energía deja mucho que desear.

También se podría imitar que Rousseff abandonara a los pocos días las promesas de compromiso ecologista de su campaña, para volcarse a una agenda desarrollista convencional. Aquel discurso verde que buscaba enfrentar a otra candidata presidencial, Marina Silva (ex ministra del ambiente de Lula), y que acentúo en la segunda vuelta, se desvaneció a los pocos días.

Otros podrían copiar la vieja práctica de llevar a la renuncia a los jerarcas de las agencias ambientales, hasta encontrar a quien esté dispuesto a estampar una firma en los permisos. Las implicancias de esto, por ejemplo en el caso boliviano son relevantes, ya que habría que determinar cómo se otorgaron los permisos ambientales para las hidroeléctricas en el Río Madera, sobre la frontera con Bolivia.

Este caso también impactará en el Banco Mundial y el BID, y cuando otros países busquen préstamos para sus propias hidroeléctricas, Brasil les apoyará. En los casos de conflictos con las directivas sociales y ambientales de esos bancos, nadie puede esperar que Brasil reclame su observancia, ya que nos las cumple dentro de fronteras.

Este caso es particularmente relevante para Perú y Bolivia. El gobierno peruano alienta la idea de construir represas en la Amazonia, y varias de ellas financiadas, o con apoyo de Brasil, y con la principal finalidad de venderle energía a este país. En Bolivia, algunos miran la posibilidad de construir nuevas represas en la Amazonia, e incluso el propio presidente Morales ha declarado que podría venderle energía a Brasil.

En estos dos casos el ejemplo brasileño muestra casi todas las cosas que no deberían hacerse, desde la inefectividad energética de la obra, pasando por su enorme costo, hasta desembocar en sus impactos sociales y ambientales.

Una versión reducida de estas ideas se publicaron en mi columna en La Primera (Lima, Perú), el 2 de febrero de 2011 – ver…
y otra versión en Los Tiempos (Cochabamba, Bolivia), el 10 de febrero 2011 – ver…

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