LA INTEGRACION AMAZONIA: OTRA VICTIMA DE LAS LLAMAS

Los incendios en la cuenca amazónica ponen en el centro de atención la coordinación -posible o no- entre distintos países para asegurar su protección, ya que ese ecosistema no reconoce las fronteras políticas ni las llamas se detienen ante ellas.
Esas selvas se extienden en una superficie de más de 5.5 millones de km2 en ocho países (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela), y un territorio, la Guayana francesa. En este momento hay incendios forestales en todos ellos, y la situación es particularmente grave en Brasil, Bolivia, Paraguay y Perú. En Brasil, al 1 de setiembre, se totalizan más de 91 mil incendios desde el inicio del año; Bolivia superó los 20 mil, en Paraguay son más de 11 mil y en Perú totalizan 7,476 (datos del Instituto de Pesquisas Espaciales – INPE de Brasil).
En plena crisis varios presidentes hicieron declaraciones sobre la importancia de una coordinación regional. Pero esos dichos han tenido un efecto contraproducente ya que dejan en claro que saben muy poco de la Amazonia, de las relaciones entre los vecinos, y de las políticas que le han aplicado a esa región.
Es así que el presidente de Colombia, Iván Duque, el pasado 25 de agosto, propuso crear un pacto entre los países amazónicos. Pero ese acuerdo ya existe desde hace cuarenta años, y se llama Tratado de Cooperación Amazónica. Quedó en evidencia que Duque y su equipo, no tenían idea de los convenios internacionales sobre la Amazonia que ha firmado Colombia. El 27 de agosto, en la reunión binacional entre Perú y Colombia realizada en Pucallpa, Martín Vizcarra acordó con Duque hacer un “llamado para que los países amazónicos podamos hacer un planteamiento común”, y anunció un compromiso “de cara a esta realidad tan importante a la que no se le da tanta atención”. Parecería que Vizcarra tampoco le dio importancia al tratado también firmado por Perú.
Al mismo tiempo, en Brasil, Jair Bolsonaro, usaba como justificación la palabra “soberanía” pero para hacer lo que quisiera en la zona. Y también anunció una reunión de los presidentes amazónicos, excluyendo a Venezuela. Sus modos parecían expresar otras tantas ignorancias sobre los acuerdos regionales.
Finalmente, el presidente de Bolivia, Evo Morales reconocía que el intento de reunir a los ministros de relaciones exteriores en el marco del Tratado de Cooperación Amazónica había fracasado porque algunos no aceptaban recibir a los delegados venezolanos. Quedaba así expuesta una triste miseria, como si hubieran incendios conservadores o progresistas, una condición que por supuesto las llamas no admiten.
Tampoco puede escapar a la atención que la secretaria general de la organización de ese tratado es Alexandra Moreira, ex ministra del Ambiente en Bolivia entre 2015-2017. Estaban las condiciones ideales para que desde Bolivia se aprovechara esa doble condición, boliviana y exministra, para encaminar un rápido apoyo internacional. Nada de eso fue aprovechado.
Estamos ante una curiosa situación donde todos los presidentes anuncian que se reunirán para enfrentar la crisis amazónica, pero parecería que del mismo modo evitan usar las instituciones y acuerdos que ya existen.
Un viejo tratado para la Amazonia
En efecto, parecería que se ignora o minimiza la existencia del Tratado de Cooperación Amazónica. Es un acuerdo firmado en 1978 en Brasilia, y reflotado en 1998 mediante la creación de dos instituciones: una secretaría permanente y la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). Sus miembros son todos los países amazónicos. La OTCA es manejada por un consejo conformado por los ministros de relaciones exteriores de cada país.
El objetivo del convenio, según los gobiernos, es operar en el campo de la diplomacia, la política, las estrategias y las técnicas. Desde hace años lo presentan como un ejemplo de cooperación «sur-sur» y un instrumento para construir «sinergias» con otros actores en los países y la región, tales como movimientos sociales, académicos o sectores productivos.
El personal técnico de la OTCA, como muchas ex autoridades, conoce perfectamente el problema de los incendios y la deforestación. En la última reunión de ministros amazónicos realizada en 2017 en Ecuador, se ratificó la importancia de la cooperación para combatir los incendios forestales en las áreas fronterizas (esto es muy importante por ejemplo en Madre de Dios en las zonas de frontera con Brasil y Bolivia). Los ministros instruyeron que se subscribiera un instrumento para atacar ese problema, y ya contaban con una nota conceptual para el manejo integrado de incendios forestales. Años antes, en 2014, habían firmado un marco de cooperación con el Banco de Desarrollo de América Latina – CAF con ese propósito. También existen compromisos para combatir la tala y el comercio ilegal de madera.
En el mismo sentido, la OTCA aprobó a fines de 2010 una Agenda Estratégica de Cooperación. Se estableció que la visión de todos esos gobiernos es el desarrollo sostenible amazónico, equilibrando el aprovechamiento de los recursos con la protección y la conservación. Esas metas se complementan con actividades a corto plazo, entre las que están promover las acciones de “prevención y control” de los incendios forestales.
Este breve repaso deja en claro que esos valioso compromisos no fueron cumplidos. Si se hubiera avanzado realmente hacia la sostenibilidad y la conservación, no estaríamos ante el escalamiento de la deforestación, la invasión de la minería o el ingreso de la ganadería. Si se hubieran concretado los planes de manejo integrado de incendios y la coordinación entre países, no estaríamos peleando con las llamas.
Es cierto que el padecimiento de la Amazonia se debe a múltiples razones, y no solamente a las fallas de la OTCA. Pero no puede dejarse señalar que la organización no logró promover una agenda de sustentabilidad compartida y tampoco lideró la coordinación para enfrentar los incendios. Esto refleja las limitaciones de los propios gobiernos.
Una integración en serio
Los países amazónicos nunca se tomaron con la necesaria seriedad ni la conservación ni la integración dentro de la cuenca. En el pasado, en el tiempo de la bonanza económica, administraciones como las de Hugo Chávez en Venezuela o Lula da Silva en Brasil, se desplegaron fuertes discursos integracionistas, se lanzaron varias iniciativas (como la ampliación de la UNASUR), y eso permitió que la OTCA fuera un poco más visible.
Pero las cuestiones de fondo no se abordaron, tales como acordar una efectiva conservación de la biodiversidad y un uso sostenible de los recursos naturales. En realidad, cada gobierno competía por ser el que más rápidamente otorgaban permisos petroleros, mineros o agroforestales. La retórica por la Madre Tierra desde Ecuador o Bolivia no cristalizó en acuerdos efectivos entre los países vecinos. El repliegue de todos esos progresismos y la irrupción de extremos reaccionarios, como Jair Bolsonaro, han dinamitado esas débiles coordinaciones.
La Amazonia, su naturaleza y sus pueblos indígenas, necesitan de un pacto regional en serio. Guste o no, eso exige repensar las soberanías nacionales desde la aceptación de compromisos asentados en una sustentabilidad más allá de fronteras. Esto es urgente, porque no hay integración posible desde las cenizas.
Publicado originalmente en Noticias Ser, Perú, el 2 de setiembre de 2019.