NO TE ESCUCHO, PERO DIME QUIEN ES TU LIDER
La serial televisiva «Newsroom» me ha atrapado por varias razones. Una de ellas ocurrió en uno de los episodios a mediados de su segunda temporada. Fue particularmente interesante porque se plantearon cuestiones que sintonizan con recientes manifestaciones ciudadanas en América Latina. En ella, el protagonismo está en manos de jóvenes, se defiende la horizontalidad y se resisten los líderes. Entretanto la política convencional reclama que tengan líderes para negociar con ellos. La horizontalidad y verticalidad se entrecruzan. Les comparto un artículo sobre esta cuestión, que en distintas versiones fue publicado en Nueva Crónica (Bolivia) y en Spacio Libre (Perú).
“Newsroom” es una serie televisiva que retrata a un equipo de periodistas de un canal de noticias. En el episodio en cuestión se lanzaron unas preguntas urticantes sobre el movimiento de indignados en Estados Unidos. Fueron interrogantes claves que también se aplican a movimientos similares en Europa, América Latina, y en otros rincones más.
En la serie, el conductor del noticiero arremete contra una joven militante de Ocupemos Wall Street (OWS por Occupy Wall Street en inglés). La imagen enfrenta, por un lado a un veterano periodista, republicano, repleto de ácidos comentarios y desilusionado de muchas cosas, y por otro lado, una militante muy joven, docente, entusiasta y enamorada de su causa. El periodista le dispara: “Si un legislador quiere saber cuáles son las demandas de Ocupemos Wall Street, ¿con quién se debería reunir?
La pregunta expresa una cuestión candente: ¿las movilizaciones ciudadanas deben tener líderes que las representen? ¿el líder es indispensable para concretar un cambio político?
La relevancia de este asunto fue muy clara unas semanas atrás con las grandes movilizaciones y protestas ciudadanas en Brasil. Como respuesta, la presidenta Dilma Rousseff señaló que estaba dispuesta a escuchar a las multitudes en las calles, pero el problema es que, según indicó el entorno presidencial, no sabían con quién reunirse para discutirlas. Esa tensión desnuda la compulsiva necesidad del poder gubernamental de negociaciones entre representantes, mientras que el contrapoder que se teje en las calles quiere ser horizontal y desconfía de ese tipo de liderazgos representativos.
Como se sabe, a las protestas brasileñas (que recibieran una enorme cobertura de prensa), le siguieron otras en Perú (también potentes pero con menor impacto en la prensa internacional). Recordemos que en las calles de Lima, a las movilizaciones de conocidos agrupamientos, se sumaron muchos jóvenes bajo la consigna tuitera #TomaLaCalle, para rechazar lo que todos llamaban la “repartija” de cargos públicos. En la misma línea, en los últimos días hay movilizaciones de jóvenes en Quito y otras ciudades de Ecuador, en contra de la explotación petrolera dentro del parque amazónico Yasuní. En este caso, otra vez no hay líderes claros, pero Twitter es importante (por ejemplo desde el movimiento @Yasunidos).
En todos estos casos las movilizaciones rechazaban la corrupción o componendas gubernamentales, tuvieron un fuerte protagonismo juvenil, no están estructuradas jerárquicamente, y se tejieron con comunicaciones horizontales, sobre todo por medio de las redes sociales. Como situaciones similares ocurrieron en otros países, la pregunta de Newsroom es válida: ¿los movimientos ciudadanos siempre deben tener líderes?
Tengamos presente que Newsroom es una serie muy particular, porque intercala elementos de ficción con acontecimientos de la historia real reciente (ocurridos hace aproximadamente dos años atrás). En ese marco aparece la supuesta entrevista a una militante de los que acampaban en Wall Street.
En ese episodio, la joven de OWS deja vacía la respuesta sobre la representación, para afirmar que en realidad no les interesa reunirse con políticos. Esos dichos no le gustaron nada a los actuales militantes de OWS. Casi inmediatamente lanzaron un comunicado cuestionando a la serie televisiva, pero agregaron cuál hubieran sido sus verdaderas respuestas a esas preguntas (la respuesta de OWS, el video del segmento de Newsroom, y mucho más se puede ver aquí…)
En ese comunicado afirman que no buscan hablar con los políticos en Washington, ya que los consideran incapaces de escucharlos, y que su principal interés es dialogar entre ellos. Por estas razones no necesitan un líder que hable en sus nombres. Su prioridad es el diálogo interno, horizontal, y entre todos los participantes.
Esta respuesta de OWS está de acuerdo con lo que ocurre en varias movilizaciones latinoamericanas, donde se insiste en un diálogo horizontal entre los propios participantes. Para unos cuantos políticos, y no pocos académicos, pasa desapercibido ese fuerte deseo de recuperar la voz propia, y poder hablar con otros de igual a igual. Esta defensa ha estado muy presente en muy diversos contextos, desde los agrupamientos barriales en Venezuela y Argentina, al nuevo protagonismo de pueblos indígenas en Bolivia y Ecuador.
En la declaración de OWS también se agrega otro propósito destacable: salieron a las calles para bajarse de internet, y poder encontrarse directamente unos con otros, para relacionarse de forma personal, para construir comunidad. Nuevamente encontramos aquí otro aspecto que también pasa desapercibido. Estos no son jóvenes nerds obsesionados con internet, sino que asumen a las redes sociales como instrumentos, donde los reales diálogos ocurren cara a cara.
Finalmente, los acampantes de Wall Street dicen que sus acciones buscan un nuevo sistema democrático, tan directo como sea posible, y es por ello que apelan a espacios locales de deliberación y decisión.
Los casos latinoamericanos tienen muchas resonancias con esos dichos. Pero también dejan en claro sus dificultades. No podemos olvidar que años atrás existieron movimientos ciudadanos muy potentes, que apostaron por similares horizontalidades, pero no lograran imponer cambios radicales. El caso más notorio ocurrió en Argentina, donde la crisis del 2001 explotó en asociaciones barriales, piqueteros y otras agrupaciones. Bajo el lema “que se vayan todos”, buscaron una política más horizontal y asamblearia.
Pero aquel empuje no se consolidó, y al poco tiempo quedó en claro que los viejos políticos no se fueron, sino que estaban de regreso (aunque dentro de otros partidos). No se acumularon las energías suficientes para reformar, sea la propia democracia electoral representativa, o la toma de decisiones gubernamentales.
También puede ocurrir que uno de los miembros del movimiento se vuelva en una figura pública, y lo aproveche para pasarse hacia la política tradicional. Muchos observan con atención si esa transformación no está ocurriendo en Chile con Camila Vallejo, quien se se inició en el movimiento de protesta estudiantil, pero ahora es candidata a diputada defendiendo a figuras políticas que antes criticaba ácidamente (una nota sobre estos hechos aquí…).
El caso latinoamericano también muestra que sea bajo gobiernos conservadores como con la nueva izquierda progresista, se asume que la política es una construcción vertical siempre inmersa en la lucha por el poder. Es cierto que hay muchas diferencias entre los estilos gubernamentales, pero la dinámica política termina siendo similar. Es más, intentos como los de Ernesto Laclau de presentar un populismo en clave positiva que gira alrededor de la figura del líder progresista, termina dejando sin voz al pueblo, y reproduce los problemas contra los cuales se protesta en las calles.
Sea de una manera o de otra, la imagen de Newsroom retrata unos cuantos debates actuales. De un lado, lo que podríamos llamar una vieja política, desencantada y ácida, obsesionada con la verticalidad del poder. Del otro lado, una nueva política, más horizontal, entusiasta, a veces desordenada. En la primera unos pocos hablan, en la segunda todos quieren hablar. En ésta última, un elemento central es el rescate y defensa de la propia voz, y es por ello que no siempre hay un mensaje coherente o que se pueda resumir en un par de demandas. La coherencia está en otro sitio, en los modos y talantes, en rescatar palabras silenciadas, en una política como actos de diálogo, a veces pequeños, pero siempre cotidianos. Son dos formas de entender la política que discurren en planos distintos, y sólo en algunos momentos una intercepta a la otra. Para ver ese encuentro basta ir a las calles.
Distintas versiones de estas ideas se publicaron en Nueva Crónica (Bolivia) en setiembre 2013 (ver aquí…), y en Spacio Libre (Perú) el 20 setiembre 2013 (ver aquí…).