¿QUE HACER CON LOS PRESIDENTES EN UNA CUMBRE CIUDADANA?

¿QUE HACER CON LOS PRESIDENTES EN UNA CUMBRE CIUDADANA?
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La participación de presidentes en una cumbre ciudadana es un asunto delicado. Siempre habrá quienes les den la bienvenida, y estarán aquellos que los resistirán. El caso de la Cumbre de los Pueblos frente al drama del cambio climático, en Lima, pone el asunto una vez más en el tapete debido a la posible participación de presidentes, como Rafael Correa de Ecuador o Evo Morales de Bolivia.

¿Es un gesto adecuado tener presidentes de gobierno, jefes de Estado, que lideren una marcha de ciudadanos? ¿O es un riesgoso entrevero entre Estado y sociedad civil? ¿Eso fortalece a la sociedad civil o la debilita? ¿Mejoran nuestras opciones para lograr verdaderos acuerdos ante la debacle climática?

Avancemos en un análisis considerando distintos aspectos. Por un lado, las presencias de jefes de Estado sirven para jerarquizar un evento organizado desde la sociedad civil. Si los convencemos de nuestras demandas, pueden ayudar en lograr mejores negociaciones entre los gobiernos. Sin duda son figuras que atraerán a la prensa, y harán mucho más visible un encuentro como la Cumbre de los Pueblos. Tampoco puede descartarse que sirva para un aprendizaje de los propios presidentes, pudiendo escuchar de primera mano las opiniones y sentires de gente proveniente de muy diversos países.

Pero por otro lado, también hay algunos problemas y contradicciones que no se pueden ocultar. Una marcha como la promovida por la Cumbre de los Pueblos en Lima es una movilización de organizaciones de la sociedad civil y no es un evento gubernamental. Eso hace que, sin duda, debería estar liderada por ciudadanos, como pueden ser militantes, trabajadores, campesinos o indígenas. Es que los presidentes ya tienen sus propios foros gubernamentales, y por cierto que en esos encuentros nunca observé que cedieran sus lugares para que la silla presidencial fuese ocupada por un sindicalista, un ambientalista o una feminista.

Por ello se hace difícil entender que después de todas las dificultades con las que se organizan eventos desde la sociedad civil, las horas de trabajo voluntario, los fondos siempre escasos, en fin, que después de todo eso, se transfieran esos espacios a los presidentes.

Un repaso muy breve de la historia reciente muestra que los experimentos de invitar presidentes a los foros de las sociedad civil en general no han tenido buen resultado. Un caso temprano ocurrió con Lula da Silva, que como presidente de Brasil participó en forma estelar del Foro Social Mundial de 2005 en Porto Alegre. Pero desde allí voló directamente al Foro Económico Mundial de Davos. Lula da Silva se autoproclamó como mensajero o puente entre Porto Alegre y los líderes gubernamentales y corporativos reunidos en Davos. Hoy existe un consenso en que esa postura demostraba que Lula en realidad no captaba la esencia de aquellos primeros Foros Sociales Mundiales, los que eran una crítica y contacara al mundo empresarial reunido en Davos. Aquello dejó muchas tensiones en el seno de las redes ciudadanas, ya que muchas de ellas insistían en mantenerse como independientes y vigilantes tanto sobre empresas como gobiernos. Los años que han pasado permiten que muchos miren con más ecuanimidad aquel ensayo, y consideren si algo se avanzó entre los empresarios que siguen reuniéndose en Davos. La insistencia en seguir llevando jefes de Estado a esos foros es, sin dudas, uno de los factores que explican su debilitamiento.

Otra cuestión espinosa es a qué presidente invitar, y cuáles son los criterios de la decisión. ¿Invitamos siguiendo las informaciones deformadas de la prensa internacional? O por el contrario, ¿deberíamos mirar con mucha atención las circunstancias internas dentro de cada país? Si observamos con cuidado que sucede dentro de los países vecinos veremos que sin duda hay situaciones sociales y políticas diversas, reconociendo grandes avances en muchos casos. Pero también se repiten problemas, como los extractivismos o el hostigamiento a los movimientos sociales, y en especial a comunidades del medio rural, sean campesinos o indígenas.

Por ejemplo, casi todos saben que el presidente de Bolivia, Evo Morales, tiene un discurso internacional a favor de los derechos de la Madre Tierra a nivel planetario, intercalándole duros cuestionamientos al capitalismo. Pero también debemos tener presente que dentro de Bolivia la situación ambiental se ha deteriorado, se promueven los extractivismos mineros y petroleros, y se hostiga a muchos movimientos sociales. Hay una creciente distancia entre los discursos internacionales y una Pacha Mama “dentro de casa”, que está desvalida y agredida en los Andes o la Amazonia. Si las organizaciones ciudadanas en Perú critican, por ejemplo, la flexibilización del “paquetazo” ambiental, se deberían tener las mismas exigencias ante los alicaidos controles ambientales dentro de Bolivia. En Ecuador, el presidente Correa tiene una nueva constitución que protege los derechos de la Naturaleza, pero sus intenciones petroleras y mineras deja a esos derechos como meros “supuestos”. El presidente de Uruguay, Pepe Mujica es sin duda muy simpático y austero, pero su sueño de megaminería despertó resistencias y marchas ciudadanas tal como ocurre en los países andinos.

No se puede olvidar la causa de la solidaridad internacional con las luchas de movimientos sociales en otros países, apoyándolos, dando a conocer su situación, explicando los motivos, etc. De la mano de ella va la necesidad de mantener la coherencia, donde aquello que se denuncia y resiste dentro del propio país, también debe ser cuestionado en las naciones vecinas. Entonces, si en Perú se mira con desagrado que el gobierno impida las marchas desde regiones como Cajamarca, no puede olvidarse que en Bolivia marcharon campesinos e indígenas desde el TIPNIS bajo la presión y represión gubernamental. Menos aún se puede olvidar que los jóvenes ecuatorianos defensores de la Amazonia, la pasada semana, en su viaje hacia Lima, fueron interceptados, detenidos, embargados, y hostigados desde el gobierno de Rafael Correa. ¿Invitaríamos a Dilma Rousseff de Brasil, en momentos en que casi todas las organizaciones indígenas dentro de ese país denuncian su situación, alertan sobre la violación de sus derechos, y donde las muertes de líderes no se detienen? ¿Qué pensarían de eso buena parte de los pueblos indígenas de la Amazonia brasileña?

También tenemos que ser consistentes en los reclamos. En estos días el tema central, aquí en Lima, es el drama del cambio climático y la necesidad de una solidaridad ecológica con el planeta. El reclamo ciudadano está en detener las formas de destrucción ambiental. En todos los países de la región las principales fuentes de emisiones de gases invernadero se deben a los cambios en los usos de la tierra, la deforestación o la deriva agroindustrial. Por eso, las medidas reales más efectivas están en una transformación radical en las estrategias agropecuarias y forestales. Pero, seamos honestos, poco o nada se ha avanzado en ese sentido, ya que todos desean ser grandes agroexportadores y las ideas de reforma agraria se desvanecen. Tampoco podemos hacernos los distraídos y olvidar que el presidente Evo Morales insiste con su plan de energía nuclear para Bolivia. Ante eso, me pregunto, si puede haber algo más alejado de una sensibilidad ambiental que defender una “Pacha Mama atómica”. Si aceptamos eso, es que no estamos realmente entendiendo qué se discute aquí en Lima ante la temática ambiental.

Después de estas breves reflexiones es posible avanzar en un balance. Nada más lejos de mi intención que proponer que se impidan presencias presidenciales en foros o marcha de la sociedad civil. Esa es una fiesta de la ciudadanía abierta a todos, pero en esa condición, como ciudadanos. Ojalá vinieran muchos presidentes. Pero sus voces no son nuestras voces, y es por ello que allí, en la marcha, en la primera línea deben estar aquellos a los que se les silencian sus voces: campesinos, obreros, indígenas, mujeres. Los presidentes son bienvenidos a estar unas cuantas filas más atrás, y a escuchar esas voces.

 

En Lima, el martes 9 de diciembre de 2014.

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