REGRESAR AL ESTIERCOL PARA SALVAR LA AGROPECUARIA

REGRESAR AL ESTIERCOL PARA SALVAR LA AGROPECUARIA
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Casi todos los países siguen el camino de una agropecuaria artificial, aplicando enormes volúmenes de químicos, cada vez más mecanizada, de alto impacto ambiental, y que desemboca en alimentos también artificializados. Para no quedar atrapados en ese sendero es necesario revalorizar una agropecuaria que sea orgánica.

Toda la evidencia de las últimas décadas muestra que las estrategias agropecuarias convencionales están repletas de impactos locales, que van desde la contaminación de suelos y aguas por los agroquímicos, a los problemas de pérdida de fertilidad y erosión. A ello se suman efectos a escala regional, como la desaparición de áreas naturales convertidas en zonas de cultivo o pastoreo, o las consecuencias globales, especialmente las referidas al cambio climático.

En suma, la agricultura convencional actual es intensiva, adicta al petróleo y su constante artificialización desencadena variados efectos ambientales. Por si fuera poco, termina en alimentos donde es muy difícil asegurar que no contenga rastros de agroquímicos o que esté libre de aditivos químicos, y cuyos efectos sobre nuestra salud son discutidos.

Ante esta situación, el conocido activista de una agricultura biológica, Jairo Restrepo, apela a una imagen clara y certera: para salvar a los alimentos y al planeta debemos regresar al estiércol. Esto es recuperar el papel de los abonos orgánicos en vez de los agroquímicos, de los cultivos diversificados y ajustados a cada tipo de suelo y región, y a un control de las plagas que sea biológico y no basado en pesticidas. Restrepo, es colombiano, pero se tituló en agronomía en la Universidad Federal de Pelotas, en Rio Grande do Sul (Brasil), y ahora recorre varios países. En una reciente entrevista sostiene que la “agricultura orgánica es mucho más barata que el cultivo activado por fertilización química; además, o vamos a ello o nos cargamos lo que queda del planeta”.

Distintos países sudamericanos poseen enormes potenciales para una transición orgánica. Un reciente reporte de federación internacional de organizaciones que promueven la agropecuaria orgánica (conocida como IFOAM por su sigla original en inglés), muestra que sigue creciendo ese tipo de prácticas, alcanzando casi los 44 millones de hectáreas que involucran a unos 2,3 millones de agricultores, campesinos y otros tipos de productores rurales (en base a datos del año 2014).

Si bien es un sector todavía pequeño, ya que esa superficie solo representa el 0.99% de las tierras bajo uso agropecuario, el dinero que mueven impresiona: el mercado orgánico global fue estimado en 80 mil millones de dólares.

En el puesto número dos a nivel mundial en la superficie orgánica se encuentra Argentina (con 3,1 millones has), siguiendo a Australia, la que ocupa el número uno (17,2 millones has). El sudamericano que sigue en la lista de los diez primeros es Uruguay, en el séptimo lugar (con una superficie orgánica estimada en 1,3 millones has). Es impactante observar que tanto Argentina como Uruguay están por encima, por ejemplo de Francia, Alemania y Canadá.

 

SuperficieOrgánica2016

Esas grandes superficies en Argentina y Uruguay se deben sobre todo al sector ganadero, donde hay muchos predios que se certifican como orgánicos o pastoriles. Ellos aprovechan ciertos nichos de mercado, los cuales no aceptan, por ejemplo, las raciones animales o las hormonas ni la cría en establos. En cambio, promueven que el ganado se alimente de pasturas naturales y controlan los específicos veterinarios.

Pero la agricultura orgánica o agroecológica, como pueden ser las verduras o frutas naturales, cubren una superficie todavía pequeña, seguramente en la misma proporción que la observada en otros países de la región. Esos emprendimientos se sostienen sobre todo con sus redes de comercialización, que llegan a ferias y supermercados, o usan canales directos (como son las “canastas” de alimentos naturales).

Estas experiencias, sean las de las grandes superficies de ganadería orgánica exportadora como las más pequeñas, de alimentos naturales para los mercados internos, muestran que ese tipo de prácticas tienen salidas comerciales.

A pesar de estas enormes potencialidades orgánicas, tanto Argenttina, Uruguay y otros países, siguen apuntando a las estrategias agropecuarias convencionales, con todos sus impactos. Se pierde de vista que muchos de esos efectos negativos, como las pérdidas en la calidad de agua o la fertilidad de los suelos, tienen efectos negativos presentes pero además, al destruir nuestro patrimonio natural, ponen en riesgo la viabilidad de la agropecuaria en el futuro.

En el caso de Uruguay, son los pequeños agricultores los que promueven activamente el sector. Ellos están coordinados en la Red de Agroecología del Uruguay (www.redagroecologia.uy), la que ya posee algunas regionales, mecanismos de certificación participativa y realiza actividades de difusión. Además, proponen construir un Plan Nacional de Agroecología. En paralelo se encuentran los productores ganaderos y sus circuitos de exportación de carne certificada.

El Ministerio de Ganadería y Agricultura (MGAP) debería apoyar decididamente a este sector, y el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) debería asistirlo, mostrándole a los decisores políticos y técnicos del sector agropecuario tradicional, las ventajas ecológicas de estas prácticas. Esto no siempre parece posible, ya que el MGAP y otros actores muestran más entusiasmo con la producción convencional intensiva, con uso de muchos agroquímicos, y hasta coquetea con la idea de alentar una ganadería en establos (los conocidos “feed lots”).

Esta no es una situación excepcional. En varios países son los propios ministerios de agricultura los que impiden o inhiben desplegar todas las potencialidades de las prácticas orgánicas.

Es por estas razones que las opciones para salvar la agropecuaria de nuestros países, es apelar a prácticas orgánicas. Más orgánico significa menos artificialización, más estiércol equivale a menos químicos, menos petróleo y menos aditivos. Entonces, para salvar a la agropecuaria del futuro es necesario volver a las prácticas naturales.

Referencias

La entrevista a J. Restrepo en El Mundo (Madrid), 12 junio 2016.
Reporte de IFOAM: The world of organic agricultura. Statistics & Emerging Trends, 2016. IFOAM y FiBL.

 

El presente artículo está basado en una nota preparada para Montevideo Portal (Uruguay) en junio 2016; el original aquí…

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