COYUNTURAS Y CRISIS: EXTRAÑANDO UN CAFECITO CON PACO ROHN

COYUNTURAS Y CRISIS: EXTRAÑANDO UN CAFECITO CON PACO ROHN
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Francisco Rhon Dávila ya no está con nosotros, y esa ausencia es todavía más sentida al finalizar el 2022. Se extraña la voz de Paco, porque así lo llamaban muchos de sus amigos y colegas, para intentar, por ejemplo, entender el debate político de turno en Ecuador. Pero también se lo echa de menos para desentrañar lo que sucede en Perú, Colombia o en otros países vecinos, allí donde las crisis aparecen como muy entreveradas.

Desde un punto de vista formal, Rhon Dávila fue sociólogo, dirigió el Centro Andino de Acción Popular (CAAP), editó la revista Ecuador Debate, y apoyó de muchas maneras iniciativas ciudadanas e instituciones académicas en Ecuador y otros países. Falleció el pasado octubre, dejando una ausencia siempre presente.

Su imagen y su voz se hicieron presentes, hace unas pocas semanas atrás, a fines de noviembre, en Lima. Es que Paco me había anticipado gran parte de las sucesivas crisis políticas peruanas hace unos años atrás, sentados en un café-librería sobre la Avenida Larco, en el barrio de Miraflores en la capital peruana. En aquella larga conversación compartió las dinámicas clave en la política de Perú, lo que entendían eran las razones de la repetida fragmentación de su izquierda y los riesgos de derrumbe institucional. Todos sus análisis se cumplieron, e incluso el intento de golpe de estado de Pedro Castillo de algún modo se correspondía con aquellas reflexiones. Recordé esa larga charla, allí en Lima, parado en esa avenida, mirando ese mismo local, pero que como resultado de la pandemia ya no alojaba aquel bar-librería.

Paco era uno de los mejores, sino el mejor analista político que he conocido. En una cafetería, en un bar o en cualquier rincón, con su boina, un cigarrillo en una mano y un cafecito en la otra, desplegaba pausadamente su rigurosidad para analizar la coyuntura política. Compartía su erudición sobre los determinantes históricos que debían tenerse en cuenta, conocía de primera mano muchas experiencias, y no renunciaba a la independencia en su mirada.

Paco era parte de una anterior generación de intelectuales que conocían el oficio de los análisis de coyuntura. Lastimosamente, el interés por esas prácticas se perdió en las últimas dos décadas, cuando la academia y sobre todo los sindicatos dejaron de hacerlos. Hoy, hay toda una generación de universitarios y militantes que entiendo que en su mayoría, no saben cómo elaborarlos. El atajo para ellos son las redes sociales, los resúmenes en Facebook, las fotos en Instagram o un corto video en TikTok. Entre los veteranos, vaya a saberse porqué razones, unos cuantos también abandonaron esos ejercicios dejando de lado la independencia que requieren, optando por el atajo de la simpatía o antipatía, adhesión o rechazo, a los políticos de turno.

 

Francisco ‘Paco’ Rohn con el autor, en Ecuador,

 

Paco, en otras de sus facetas originales, era una persona pre-digital. No tenía ni usaba Facebook, Instagram, Twitter, y ni siquiera los correos-e. Los emails que le enviaba pasaban por las manos de Margarita, su secretaria, quien los imprimía, para que pudiera leerlos en papel. Del mismo modo, dictaba o escribía sus respuestas, para que después las tipearan en la computadora que enviaría el email. El procedimiento, que podría ser calificado como atrasado y propio de un siglo atrás, tenía un resultado maravilloso, al menos en mi caso. Los correos-e de Paco eran textos muy pensados, repletos de comentarios y apuntes, siempre con alguna sugerencia reveladora. En sus mensajes nunca había abreviaturas o emoticones, sino la palabra escrita que era a la vez la palabra dicha.

Así como Paco se mantuvo casi al margen del mundo digital, de un mismo modo esquivó la demanda de publicar o perecer. Nunca estuvo sometido a las modas de los papers en los journals, la lucha por publicar artículos o libros, aunque conocía muy bien ese mundo por su activa participación, por ejemplo en el consejo de FLACSO. Era un sociólogo que transitaba la oralidad; sus charlas eran una delicia, alternando entre la solemnidad de la reflexión con giros costumbristas que desencadenaban sonrisas. Paco tenía que ser escuchado. En sus intervenciones y presentaciones “masticaba” una y otra vez un tema, y por ello de algún modo siempre me evocó a Hannah Arendt, ya que ella también desmenuzaba conceptos y categorías, sin imponer conclusiones sino como etapas en el pensar. En uno de los últimos intercambios que tuvimos, antes de su fallecimiento, justamente le recordaba el papel de Arendt, a quien yo leía y releía desde los tiempos de mi tesis de maestría. Su respuesta fue típica de su personalidad: me compartió que valoraba mucho a “esa señora”, y la “señora” era Arendt, y que estaba con un texto de ella junto a otro de Marx.

Es que Paco era un ávido lector de libros, revistas y artículos. Claro que en papel. Eso también nos unía. Recorrimos librerías en Quito, Guayaquil y Cuenca, pero también en otros países. Competíamos como niños para ver quién encontraba el libro más raro y atrapante. En alguna ocasión tuve que dejar en sus manos una edición vieja y rara que deseaba para la biblioteca de CAAP. Esto dice mucho en tiempos donde cada vez menos gente compra libros en papel, y que realmente los lee, entendiendo lo que se dice en sus páginas. En cambio, Paco nunca dejó de leer, y extraño mucho esas conversaciones sobre libros, sus autores, con los aciertos y equivocaciones que cada uno encontraba en los textos.

Esas experiencias, y muchas otras, resultaron de paulatinas concesiones y reciprocidades por las cuales se tejió mi amistad con Paco. Mis primeros encuentros, mediados por Alberto Acosta, a inicios de los 2000, no fueron fáciles, porque era una persona que se presentaba como alejada, por momentos esquiva. Pero con el paso del tiempo, y gracias a vernos con cierta regularidad, logré disfrutar de su amistad.

En los tiempos constitucionales en Montecristi, y luego, a medida que avanzaba el gobierno de Rafael Correa, se repitieron múltiples colaboraciones, gracias a las cuales co-organizamos en Ecuador una serie de talleres y cursos sobre extractivismos y sus alternativas. Ese trabajo en común cimentó más nuestra relación.

Desde ese tiempo valoré la amplitud de los instrumentos que utilizaba y las posturas que seguía, mezclando, por ejemplo, aproximaciones marxistas críticas con el compromiso y empatía de raíz católica. De un modo u otro mantenía su independencia, a pesar de que en ocasiones se embarcaba en batallas que sentía debían pelearse aunque su evaluación ya le advertía que perdería (y efectivamente las perdió), o a pesar de que algunos de sus amigos se irritaban con sus advertencias y observaciones.

Sea en Ecuador o en otros países, mucho de todo eso ocurría allí donde hubiera un cafecito. En los últimos tiempos, con su salud más frágil, de todos modos Paco insistía en tomar café y charlar aunque buscaba en sitios apartados, algunos de ellos en las afueras de Quito. Conducía por largo rato hasta encontrar la cafetería que tenía en su mente, aparentemente esperando tranquilidad, donde podía mirar el horizonte, y allí conversábamos hasta la caída del sol.

El año 2023 se cierra con crisis políticas, en buena medida conocidas y repetidas, en Argentina, Bolivia y Ecuador, con el derrumbe partidario e institucional en Perú, con ilusiones y desilusiones con los nuevos progresismos en Chile o Colombia que en Ecuador y otros países ya ocurrieron en el pasado, con el alivio de saber que Bolsonaro perdió la elección en Brasil pero preocupados al entender que esa derecha tiene un enorme peso político. Frente a este tipo de circunstancias, complejas y entreveradas, necesitamos análisis de coyuntura rigurosos y también independientes, y por esas y muchas otras razones, se extraña la mirada y la voz de Paco.

 

Artículo publicado originalmente en Plan V (Quito), el 24 de diciembre de 2022. Foto inicial de G. Benbalcázar, PlanV; y segunda foto del autor.

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