EN LA OPOSICION A LOS DERECHOS DE LA NATURALEZA ASOMA LA DIVERGENCIA ENTRE IZQUIERDA Y PROGRESISMO
En Perú, en los últimos meses se han difundido distintas críticas contra las alternativas a los extractivismos (especialmente minero y petrolero) y el concepto de los derechos de la naturaleza. Unas son muy conocidas por provenir de actores políticamente conservadores; otras más recientes se originan en quienes podrían llamarse progresistas. Estas últimas muestran que malinterpretan los derechos de la naturaleza y que siguen atadas a las viejas concepciones del crecimiento por exportación de recursos naturales. Pero lo más interesante es que reflejan lo que en otros países terminó en una notable divergencia entre progresismo e izquierda.
La crítica a los derechos de la naturaleza
Un buen ejemplo de estas nuevas críticas es Germán Alarco, economista de la Universidad del Pacífico y participante de los equipos técnicos del Frente Amplio. En un artículo en el períodico empresarial “Gestión”, este economista afirma que es “cuestionable” la defensa de los derechos de la naturaleza y califica como “radicales” a las alternativas post-extractivistas (1). En ese texto como en otros, Alarco despliega varios fantasmas: que la protección de la naturaleza llevaría a un “primitivismo” o a un “retroceso”, que habría un “modelo” de Pachamama y Apus que “todos” deberían seguir, o que es inevitablemente necesario el crecimiento económico por las exportaciones (1, 2).
En su crítica a los derechos de la naturaleza, este economista considera que es un “exceso” condenar la explotación de recursos naturales por sus graves impactos sociales y ambientales. Por si no está claro insisto en su idea: es una exageración de “radicales” denunciar los impactos de los extractivismos y buscar alternativas a ellos. Para no ser “radical” no hay que denunciar esos efectos negativos ni buscar opciones.
Esos cuestionamientos apuntan a varias ideas en mi libro “Derechos de la naturaleza” (3), atacando incluso la idea que la naturaleza sea usada para las necesidades vitales de los humanos. Es importante aclarar que las posturas llamadas biocéntricas, que son las que expongo en ese libro, no defienden una naturaleza intocada. Esos derechos imponen límites en el uso de los recursos naturales evitando nuevas extinciones en las especies. O dicho de otro modo, es aprovechar el ambiente dentro de los propios ritmos de reproducción y regeneración de la naturaleza.
Cuando se dice que ese aprovechamiento se debe enfocar en las necesidades vitales de las personas implica, por ejemplo, que es legítimo obtener alimentos, minerales o energía para asegurar la calidad de vida a nivel nacional (y regional), aunque es condenable seguir haciendo, por ejemplo, megaminería de oro, con todos sus impactos en Perú, para sostener el deseo de lucir joyas en la China o India (el 90% de los usos globales del oro son no-industriales, y de ellos, un 45% termina en la joyería, sobre todo entre los nuevos adinerados en Asia). Por lo tanto, el biocentrismo le dice “sí” a erradicar la pobreza y asegurar el bienestar, y le dice “no” a una vana opulencia.
Desarrollo y postextractivismo
Comparto esta aclaración para mostrar que esta y otras críticas contra los derechos de la naturaleza y los post-extractivismos se basan en lecturas apresuradas o incorrectas. Se confunde minería con extractivismo, decrecimiento con postextractivismo, se teme que proteger la naturaleza nos llevaría a la edad de piedra, o se cuestiona una moratoria petrolera olvidando todo el daño que esa actividad está haciendo en la Amazonia o en clima global.
Las posturas como las de Alarco se deben, en buena medida, a que están atrapadas dentro del desarrollo convencional. Es muy interesante que este economista reconozca que indicadores como el PBI tienen limitaciones y que el crecimiento económico no puede ser el único objetivo de una política económica, con lo que se diferencia de conservadores o neoliberales. Pero Alarco defiende de todos modos al crecimiento aunque para ser positivo debe ser “sostenible”. Ese “sostenible” no tiene nada que ver con el origen ecológico de esa palabra, sino que se refiere a un crecimiento que se logra por mayores exportaciones. Y más exportaciones implica, otra vez, exportar recursos naturales, continuar con las presiones extractivistas, repetir los conflictos y los impactos sociales y ambientales.
Como en todas estas críticas contra los derechos de la naturaleza y el post-extractivismo no hay muchos argumentos de peso, y al final se asemejan al rechazo de los conservadores. Este es otro de los procesos sobre los que deseo llamar la atención: obsérvese que el calificativo que usa Alarco es tildar a los postextractivistas como “radicales”.
Ese calificativo, “radical”, asociado a las movilizaciones ciudadanas ante los extractivismos, tiene un triste e intenso uso en el Perú.Decir que el post-extractivismo es “radical” es más o menos lo mismo que han dicho de estas posturas distintos jerarcas de la administración Humala, como lo han hecho los anteriores gobiernos; lo mismo sostienen unos cuantos actores empresariales, y muchos conservadores. La acusación de antimineros “radicales” se ha escuchado mucho en estos años; adjetivos similares se repiten en el portal ultraconservador Lampadia. Hay algunos tan pero tan preocupados por el postextractivismo que hace poco lanzaron un emplazamiento a la izquierda peruana para que abandonara esa idea.
Se llega así a una situación donde se cuestiona al postextractivismo y los derechos de la naturaleza desde algunos actores progresistas y desde la derecha convencional. Como no hay muchos argumentos se ven en la necesidad de adjetivar, y por ello, sea desde los conservadores como los progresistas, todo lo que no gusta o no se entiende sería “radical”.
Izquierda y progresismo: dos posturas sobre el desarrollo y la naturaleza
Llegamos así al asunto de fondo que deseo comentar. Las posturas sobre el extractivismo y sobre los derechos de la naturaleza han sido uno de los elementos clave en la divergencia entre progresismo e izquierda que ha ocurrido en varios países sudamericanos.
Cuestionamientos como los comentados arriba han sido muy comunes en los países vecinos al Perú, marcando la divergencia entre las corrientes políticas del “progresismo” y aquellas de una izquierda abierta y plural.
En efecto, en varios países, el cambio político de inicios de los años 2000 fue promovido por una izquierda abierta, plural y democrática. Se nutrió de múltiples movimientos sociales, cuestionaba las ideas convencionales del desarrollo, incluyendo la manía de crecer por exportaciones que satisfacían el consumismo de otros países (y de las propias elites nacionales), a costa de destruir el patrimonio ecológico nacional. Allí nacen las búsquedas postextractivistas.
Sin embargo, esa izquierda plural una vez que conquistó los gobiernos, en un lento proceso que llevó varios años, terminó convirtiéndose en el progresismo (4). Esta es una postura defensora de un desarrollismo que sigue basado en una explotación intensiva de los recursos naturales, donde el Estado busca captar mayores excedentes económicos con la ilusión de ayudar a los más pobres. En sus discursos se repite la idea de un crecimiento “sostenible”.
Por ejemplo, los regímenes en Bolivia, Ecuador o Argentina, se volvieron cada vez más extractivistas, o sea más progresistas, y más alejados de las izquierdas que les dieron origen. La dependencia de las exportaciones de materias primas fue tan alta que crearon sus propias vías para imponer la megaminería o la petrolización amazónica, flexibilizaron sus normas sociales y ambientales, y se violaron todo tipo de derechos de las comunidades indígenas y campesinas. Ellos repiten todo el tiempo que los derechos de la naturaleza llevarían al atraso y que el posextractivismo es peligroso.
Comparto esos apuntes porque parecería que la discusión política peruana olvida que esos fueron uno de los principales factores que determinaron que algunos progresismos enfrenten hoy en día serias resistencias populares (por ejemplo en Ecuador y Bolivia), y otros colapsaran (Argentina). Tampoco puede olvidarse que la crisis de corrupción en Brasil también descansó en redes de progresistas y sus aliados atados a la renta de una petrolera controlada por el propio gobierno. Cuanto más extractivismo, más progresismo, pero menos izquierda.
Entiendo que es inevitable reconocer que en el espectro de movimientos sociales y políticos que no son conservadores existan las dos miradas: una progresista, que sigue apostando por un desarrollismo que descansa en unos extractivismos con mayor participación estatal y la inserción comercial global, y una izquierda renovada que busca alternativas para no seguir dependiendo de exportar materias primas y promueve explorar alternativas.
Para esa izquierda abierta, su propia pluralidad hace que acepte a los compañeros desarrollistas, reconociendo que obviamente no todas las variedades de desarrollo son iguales, y hay algunas que son mejores para la justicia social y ambiental. Pero saben que el camino de las transformaciones no se detiene allí, y se deben dar otros pasos. Pero, a partir de la experiencia en otros países sudamericanos, en Perú se debería estar alerta a que buena parte del progresismo no siempre es plural, y como está obsesionado en alcanzar o retener los gobiernos, terminó triturando a la izquierda plural y abierta. Sin embargo, esa izquierda es indispensable para la viabilidad conceptual y práctica de cualquier proceso de cambio real.
Notas
1. Crecimiento económico: ¿lo único importante?, Germán Alarco, Gestión, Lima, 4 julio 2016, http://blogs.gestion.pe/herejias-economicas/2016/07/crecimiento-economico-lo-unico-importante.html
2. Petroperú y la seguridad energética en la mira, Diario Uno, Lima, 28 febrero 2016, http://diariouno.pe/columna/petroperu-y-la-seguridad-energetica-en-la-mira/
3. Derechos de la naturaleza. Etica biocéntrica y políticas ambientales, Eduardo Gudynas. RedGE, CooperAcción, PDTG, y CLAES. Lima, 2014.
4. 10 tesis sobre el “divorcio” entre izquierda y progresismo en América Latina, E. Gudynas. Ideas, Página Siete, La Paz, Bolivia, 9 febrero 2014, http://www.paginasiete.bo/ideas/2014/2/9/tesis-sobre-divorcio-entre-izquierda-progresismo-america-latina-13367.html
Versión revisada de la columna del autor en PostDesarrollo, su sección en el portal La Mula (Perú). La versión final se publicó en Rebelión, 23 setiembre 2016.
Lamentablemente leyendo este artículo, me hace creer en mi lindo Uruguay. Es verdad que si hablamos de extracción de minerales, es muy poco lo que se hacía, pero a medida que escasea en el mundo y aumenta su valor económico el gobierno «de izquierda» o, y «progresista» más se desespera por encontrar petróleo, aunque sea vía fracking, oro con aplicación de cianuro, hierro arrastrado con agua hasta los puertos de embarque, etc. Cuando estamos hablando de un país que exporta el ganado bovino en pie, donde antes se cultivaba alimentos hoy se planta soja transgénica para alimentar el ganado europeo y eucalipto para alimentar las plantas de celulosa que se van del país llevándose toda el agua que se necesitó para su crecimiento y dejando el veneno en fertilizantes y herbicidas para su mejor producción.
Un país cuya mayor riqueza era la cantidad de agua superficial y subterránea, y la casi totalidad del territorio cultivable. Todo esto también es RIQUEZA y más aún, bien tratada es renovable. Y la estamos perdiendo a pesar de que la IZQUIERDA a la que creímos haber llevado al gobierno después de años de lucha y muerte, se olvidó de los programas por los que tantos años se luchó.
Coincido con los comentarios críticos de Gudynas, entre ellos los respecto de las «tarifas ambientales» de OSE cargadas sobre las espaldas de los contaminados, y con las apreciaciones de Weber Quinteros sobre el vaciamiento del aquel «país natural» de una vieja consigna «idealista». Pero, quiero destacar, que la confusión en torno a las definiciones de izquierda o progresismo son más de esta más extensa como diluida identidad «progresista» de centro derecha, NO anticapitalista, que montada en el infantilismo de la clase media medio ilustrada y menos todavía comprometida socialmente, fue ensombreciendo la primitiva construcción de izquierda, por caso del país oriental la del Frente Amplio. Si se quiere realmente modificar el cuadro de situación hay que plantarse en las cuestiones principales, y actuar para cambiarlo. Astori, a esta altura del partido, o Vázquez e incluso Mujica, y no sé hasta dónde Constanza Moreira, están agotados como proyectistas y constructores de nueva política. El capitalismo se está cayendo sobre los pueblos y en vez de facilitar esa caída pero desviada para que no sea a nosotros quienes nos afecte el porrazo, se procura de un gajo de aquél hacer brotar un capitalismo bueno (pasó en Argentina y en Brasil también) que como cobertura nos proteja… con una media sombra. La cuestión es entender que si se participa en la producción de lo que sea, muebles, ollas, pasta de celulosa, ideas, etc. se está de un lado o del otro: se es trabajador, obrero, o se es capitalista. Se es «ingeniero tractorista arriba de un tractor», como decía Fidel por 1977, es decir trabajador, o se es capitalista, rentista rural… Despejada estas identidades los trabajadores estamos obligados a asumir ideología de clase, que si no es de izquierda y marxista (con todas las fusiones posibles no contradictorias que se quiera) no es anticapitalista. Luego, primeros las autocríticas, después las críticas. Abrazos a todas y todos.