ESCEPTICOS Y CONSPIRADORES AMBIENTALES
En los últimos tiempos han regresado con fuerza los que rechazan o niegan los problemas ambientales. Esto viene sucediendo a nivel global, especialmente frente a los nuevos informes que se están dando a conocer sobre el cambio climático, como dentro de varios países latinoamericanos. Están de regreso las voces anti-ambientalistas. Entre ellas se destacan los negacionistas del cambio climático. En el seno de esas posturas hay causas profundas, donde se encuentran raras mezclas entre personalidades escépticas y conspirativas. Comparto un reciente artículo que explorar rápidamente esas posturas, publicado días atrás en mi sección en el suplemento Ideas del periódico Página Siete, de Bolivia.
Esta historia comienza con el más reciente informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Es un reporte elaborado por un numeroso conjunto de respetados científicos, que a su vez ha sido revisado una y otra vez por representantes gubernamentales.
El panel advierte refuerza el entendimiento que el cambio climático está en marcha, que la causa principal son las actividades humanas que generan gases con efecto invernadero. La temperatura promedio del planeta aumenta como nunca, y ello se debe al torrente de dióxido de carbono y otros gases que lanzamos a la atmósfera. Se estima que el 40% de esos aportes provienen de quemar hidrocabruros.
Las consecuencias serán más graves de lo que pensamos. La temperatura seguirá en aumento, pero además tendremos más olas de calor, grandes tormentas, aunque menos nieve o hielos. Los océanos serán más ácidos y su nivel aumentará, amenazando las costas. Por si fuera poco, las reservas de hidrocarburos disponibles son mayores al límite de lo que se podría quemar para permanecer dentro de temperaturas globales seguras. Esto deja en claro que no tiene mucho sentido seguir sacando petróleo a los ritmos actuales.
Escépticos
A pesar de la abrumadora evidencia, hay quienes no aceptan que exista el cambio climático, otros afirman que si bien puede haberlo sus causas no son humanas, incluso hay algunos que dicen que sus efectos son menores o que podrían ser hasta positivos en algunas regiones. En su conjunto estos son los “negacionistas” o “escépticos” del cambio climático. Un grupo minoritario y muy conservador.
Uno de sus ejemplos más conocidos es Bjorn Lomborg, un dinamarqués que desecha muchas de las advertencias de los ambientalistas. A veces, sus artículos casi pueden ser cómicos: pocos días atrás salió al cruce del reciente informe sobre cambio climático, minimizando algunos resultados pero diciendo entre otras cosas, que más dióxido de carbono es bueno como fertilizante de las plantas.
Sus dichos carecen de cualquier fundamento científico, y además son éticamente reprobables ya que esos cambios climáticos dañarán sobre todo a las personas y ecosistemas de los países del sur, los que tienen menos recursos para adaptarse. El gobierno de Bolivia ha contribuido en mucho a dejar en evidencia estas asimetrías tanto en las responsabilidades como en los efectos del cambio climático.
Ante esto surge la curiosidad: ¿por qué estos “escépticos” siguen rechazando las evidencias sobre el cambio climático? Una de las respuestas más comunes ha sido apuntar a que responden a los intereses de las grandes petroleras o a las preocupaciones de los países exportadores de hidrocarburos. Sería una situación similar a la de aquellos minoritarios defensores de la inocuidad de fumar, quienes estaban asociados, directa o indirectamente, a las empresas tabacaleras. Algo similar podría ocurrir frente al cambio climático. Pero la situación es bastante más complicada, ya que en varios casos unos cuantos escépticos creen sinceramente en sus dudas o rechazos, a veces casi con fanatismo.
Psicología de negaciones y conspiraciones
La historia sigue con un muy reciente estudio coordinado por Stephan Lewandowsky, profesor de psicología cognitiva en la Universidad de Bristol (Inglaterra). Nos ofrece un abordaje inusual frente a este problema al hurgar en las formas de pensar y concepciones básicas que tienen las personas frente a temas con un alto contenido científico técnico, como el cambio climático o los transgénicos.
A partir de una encuesta detallada, encontró que quienes defienden posturas políticas conservadoras, creen que el mejor orden es el libre mercado, o insisten con mínimas intervenciones de los gobiernos, tienen más posibilidades de no aceptar el cambio climático o que su causa son las actividades humanas. Son conservadores que no aceptan la evidencia científica, aunque no es una cuestión de simple falta de educación, ya que muchos de estos escépticos tienen altos niveles de formación.
Parece ser que los escépticos lo son, porque en primer lugar creen y defienden un mundo que descansa en el libre mercado. Como las medidas para enfrentar el cambio climático implican regular el capitalismo, les resultan intolerables. Su neoliberalismo debe ser entendido en primer lugar como una cuestión cultural o ideológica.
El equipo de Lewandowsky tuvo otro hallazgo importante: el cambio climático también es rechazado por unos cuantos que creen en las teorías conspirativas. Según estos psicólogos, no son personalidades desviadas o patológicas, sino que es un estilo cognitivo específico. Son quienes creen que el FBI mató a Martin Luther King, que la NASA fraguó el primer aterrizaje en la Luna para la televisión o que el servicio secreto británico asesinó a la Princesa Diana. Sin duda que nosotros, en América Latina, también tenemos unas cuantas teorías conspirativas propias.
Llegamos así al último capítulo de esta historia, ya que el modo conspirativo se puede sostener desde la derecha como la izquierda política. Este estilo de razonamiento conspirativo es propio de quienes sostienen que hay acciones o personas buenas o malas definidas en forma autoreferencial, a veces a priori, sin considerar otras evidencias. Son quienes no aceptan las informaciones o evidencias sobre los hechos, y solo son válidas las que corroboran las teorías propias.
Distintas cuestiones ambientales sufren por estos modos conspirativos. Hay unos cuantos negacionistas que rechazan que el extractivismo tenga serios impactos ambientales, a pesar de la abrumadora evidencia científica disponible. Otros negacionistas creen, erróneamente, que se pueden anular o minimizar tecnológicamente esos problemas en casos como la megaminería o la extracción petrolera en la Amazonia. Ese mismo estilo está en quienes denuncian que los grupos ciudadanos que protestan contra el extractivismo esconden agendas políticas o conspiran, cuando en realidad, la mayor parte de las veces están defendiendo sus hogares o territorios. Queda en evidencia de esta manera, que enfrentamos atavismos que tienen profundas raíces culturales y psicológicas, y que no son sencillos de superar.
Se cita el estudio de S. Lewandowsky y colaboradores, The Role of Conspiracist Ideation and Worldviews in Predicting Rejection of Science, publicado en PLOS One, Octubre 2013 – que se puede leer aquí …
El texto original se publicó en Ideas, Página Siete (La Paz, Bolivia), el 13 Octubre 2013 – más sobre este períodico aquí…
La imagen es de la caricatura de Abecor en el artículo original.